Ya los primeros gestos al ser anunciado como el nuevo Papa reflejaban en Jorge Bergoglio una clara intención de cambio. Al exponerse en el balcón del Vaticano, Francisco exhibió su presencia con la sencilla túnica blanca que usa a diario y una cruz de hierro. El heredero del trono de Pedro llega a la máxima posición de poder eclesial con la firmeza de ser él mismo.
En la extensa entrevista que le realizó Civiltá Cattolica, órgano de difusión de la Orden de Jesús que se publica en simultáneo en dieciséis países, Francisco avanzó aún más en el ejercicio de la palabra que anuncia los cambios que vienen en la Iglesia.
Sus palabras, en esta entrevista que llevó adelante el párroco Francisco Spadaro, traen conceptos tales como: “No podemos seguir insistiendo sólo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso de anticonceptivos. Tenemos que encontrar un nuevo equilibrio, porque de otra manera el edificio moral de la Iglesia corre el peligro de caer como un castillo de naipes”. Caracterizó a la Iglesia como “un hospital de campaña tras una batalla”, abriéndose a “heridos” como los divorciados vueltos a casar, los homosexuales y las mujeres que abortaron.
Fueron seis horas de diálogo, a lo largo de tres días (el 19, el 23 y el 29 de agosto), en las que demostró no sólo gran sensibilidad, cultura y espiritualidad, sino sobre todo una apertura sin precedente para un Pontífice. “El confesionario no es una sala de tortura, sino aquel lugar de misericordia en el que el Señor nos empuja a hacer lo mejor que podamos”, afirmó. “Esta Iglesia […] es la casa de todos, no una capillita en la que cabe sólo un grupito de personas selectas”. Claramente, es un nuevo escenario de debate respecto del espíritu del hombre, sobre el alma colectiva de la propia humanidad.
Durante el diálogo al que Spadaro consideró en verdad una charla de iluminación, dijo Bergoglio puntualmente: “Las reformas organizativas y estructurales son secundarias, es decir, vienen después. La primera reforma debe ser la de las actitudes. Los ministros del Evangelio deben ser personas capaces de caldear el corazón de las personas, de caminar con ellas en la noche, de saber dialogar e incluso descender a su noche y su oscuridad sin perderse (…) El pueblo de Dios necesita de pastores y no funcionarios «clérigos de despacho»”, destacó, en una crítica a cierto tipo de hombres de la Iglesia.
El Papa también volvió a sorprender por su trato de la cuestión de los homosexuales. “En Buenos Aires recibía cartas de personas homosexuales que son verdaderos «heridos sociales», porque me dicen que sienten que la Iglesia siempre los ha condenado. Pero la Iglesia no quiere hacer eso”. Estas expresiones están en línea con una delicada pero firme resolución de abrir las puertas de la Iglesia a los que sufren, cualesquiera estos fuesen.
Sumado a estas expresiones, Francisco también se refirió al aborto y a la ancianidad. A propósito, señaló: “Cada niño no nacido, pero condenado injustamente a ser abortado, tiene el rostro del Señor, que aun antes de nacer y después apenas nacido, experimentó el rechazo del mundo. Y cada anciano, aun si está enfermo o en el fin de sus días, lleva en sí el rostro de Cristo. No se pueden descartar”, sostuvo Francisco durante un discurso a los ginecólogos católicos, a quienes recibió en audiencia. “Las cosas tienen un precio y son vendibles, pero las personas tienen una dignidad, valen más que las cosas y no tienen precio. Por ello la atención a la vida humana en su totalidad se convirtió en los últimos tiempos en una verdadera prioridad del magisterio de la Iglesia, particularmente a esa mayoría indefensa, o sea, el discapacitado, el enfermo, el niño no nacido, el niño, el anciano”.
Muchas críticas han sobrevenido en referencia a que “sólo son palabras”. Sin embargo, cualquier cambio que se quiera analizar, pequeño o enorme, insignificante o de gran impacto social, ha comenzado con la palabra. La palabra, siempre la palabra.