Puede parecer que es casualidad, o puede creerse que sólo es cuestión de criterios y de la palabra como constructora de cultura y de la mismísima idea del bien y el mal. En Argentina, la idea del bien y el mal ha sido retorcida hasta extremos patológicos en la formación de los abogados, que, surgidos de las universidades públicas, en particular pero no exclusivamente, forman los cuadros del sistema judicial.
Es obvio en ello que la influencia de Eugenio Zaffaroni ha sido determinante, y también que la prédica, criterio y juicio de Zaffaroni llevan la impronta de Antonio Gramsci, ideólogo italiano que llamó a cambiar la raíz misma del poder político y jurídico imperante desde la cultura como instrumento. Gramsci consideraba al orden burgués un elemento infecto que debía arrancarse de cuajo para lograr hacerse del poder. Una de sus citas es por demás ilustrativa: “La conquista del poder cultural es previa a la del poder político y esto se logra mediante la acción concertada de los intelectuales llamados orgánicos infiltrados en todos los medios de comunicación, expresión y universitarios”. Es exactamente lo que ocurre en una Argentina en donde la medios main stream, en particular los metropolitanos, colocan un decir de los hechos que se corresponde con un relato y discurso devastador de la vida misma de la república.
Debajo de esa batalla, en el accionar de los formados en esta ideología conviven dos grupos perfectamente distinguibles: el de los que creen todo el ideario y actúan en consecuencia, siempre colocando a la víctima en el lugar de victimario y fallando sistemáticamente a favor de criminales, y el de los que, apoyándose en este discurso imperante, son parte de la entraña del crimen y acceden a una porción jugosa del botín.
En el centro del escándalo que envuelve a la justicia platense se ubica el exjuez César Melazo, considerado líder de una banda que cometió delitos diversos en La Plata y alrededores; saqueaban viviendas, Melazo ordenaba liberaciones y reducía condenas. A esa trama se debe agregar la disputa cruzada entre el juez Federico Guillermo Atencio y el fiscal Jorge Paolini, con denuncias cruzadas y empleados utilizados para cargar unos contra otros, volteretas increíbles y detenciones y libertades siempre justificadas en un discurso que pivotea en la idea misma de la distorsión de los hechos hasta lograr desnaturalizarlos completamente.
Desde este medio hemos señalado una y otra vez que libertades concedidas bajo pretextos ideológicos son cuestiones de peso. Hay plata en las libertades de criminales con condenas previas, causas que inexplicablemente prescriben y acciones para la tribuna bajo el cartabón del progresismo, que es gramscismo ideológico y un negocio económico aún no dimensionado.
En un decurso extraño, en tanto se avanza en la causa Melazo y el pedido de elevación a juicio de cinco causas que involucran directamente a Daniel Scioli, en tiempo exprés se forma un jury al fiscal Álvaro Garganta, con solicitud expresa de suspenderlo en sus funciones.
Nada es casual: el Poder Judicial bonaerense debe ser sacudido como la masa purulenta que es, despojando de poder a quienes hacen miserable la vida de los ciudadanos de la provincia.