Monadas. Sergio Goransky siempre fue polémico. Tipo intenso, va por la de él y le cuesta poco armar un circo de “me dijeron, escuché, creo pero me da que pensar, etc”. Un expertise en puterios tremendo. Suele haber ruido al alrededor de su persona y acción. Ex socio de ERGO, dicen que ahí había caldera para armar un volcán. Todo se cayó, los bueyes no quisieron andar a las cornadas. Con las concesiones de Playa Grande viene distinto. Puede que esté muy mayor. Los gerontólogos dicen que un signo de la vejez es el capricho. Y de caprichoso mal aconsejado fue a denunciar a la fiscalía 10 de delitos económicos, la misma fiscalía que dejó vencer los términos para que prescriba la causa incoada contra el ex intendente Cospelito Perogrullo. Para distraídos, Gustavo Arnaldo Pulti. La misma fiscalía.
Monadas II. En su denuncia expuesta por todo lo alto por el multi Ladrey y los medios digitales que forman parte de la cadena de corte y pegue local, la denuncia de Sergio Goransky parecía develar los secretos de la mafia de Capone anche la verdad sobre la suerte de Jimmy Hoffa. Claro, hay un temita: ni Mar del Plata es New York, ni la disputa por los espacios en los balnearios de Playa Grande es el Bronx. Lo que ocurre es que la denuncia fue articulada por el novelista fracasado de César Sivo, conocido también como “Gorila Blanco”. El mismo abogado que financió el viaje de los encartados por la causa conocida como “merluza blanca”, cuestión a la que este medio dio amplia cobertura en los años 2006/2008.
Digresión. En 2008 se conoció la sentencia que condenó a Juan Alberto Gea y Eduardo Escudero. Se los consideró responsables del envío de 500 kilos de cocaína a Barcelona y del cargamento de otros 340 kilos de droga que fueron descubiertos en un contenedor en el puerto de Buenos Aires, el 23 de febrero de 2006, oculto en un cargamento de merluza congelada. La sentencia se forjó amén de las pruebas fácticas por los dichos del arrepentido Manuel Kleimans, quien ubicó en su detallado relato a César Sivo en un lugar clave de la organización. Linda compañía eligió Goransky.
Volviendo al mono. Sergio Goransky fue llamado como testigo en su propia denuncia. Recordemos que el testigo tiene la obligación de decir la verdad. Ahí sí lo asesoraron bien, todo es de oídas: “me dijeron, escuche, todos dicen”. Y eso sí, claro que su imperativo es que no haya un negocio que sea competencia del suyo. Puntualmente, señaló ante los fiscales: “nos afecta que pretendan instalar un restaurant y boliche porque afecta nuestra ecuación económica en el caso de los dos balnearios míos, porque no tendrían cochera para estacionar”. Las menciones a abogados, políticos y empresarios son todas de oídas y sin identificar al emisor del aserto volcado en la denuncia penal.
Otras monadas. En su denuncia, Sergio Goransky va por el abogado Andrés Barbieri, a quien le atribuye acciones desdorosas (siempre de oídas). Barbieri le espetó una serie de tweets anunciando una querella civil. Aconsejado por el gorila blanco (CS), pretendieron imponer un perímetro de seguridad vía judicial por sentirse amenazado. En tribunales es la chacota de la década y, obvio es, se lo negaron por insensato e irrazonable. Se verá cuando declaren Alejandro Vicente y Gustavo Gil de Muro, a los que Goransky caracteriza como personas honorables que le han trasmitido al intendente posiciones probas y dignas. Será porque no fueron requeridos por Arroyo en un tema que manejó directamente él, en su carácter de intendente y abogado.