Malas lenguas 1182

Ruidos en el paraíso. A don Hectór Teodoro Levis la publicación en este medio al respecto de su situación ante la justicia de EEUU le está trayendo ruido. Los primeros en ponerse en alerta fueron los docentes del instituto Pinos de Anchorena que, con alto estupor, advierten que el mismo que les paga por debajo del monto de convenio aduciendo que “las cuotas están atrasadas”, “hay mucha mora”, etc. está armado patrimonialmente en dólares. Levis un hombre muy creyente que reúne la familia en torno a la mesa dominical para el rezo con unción antes de ingerir los alimentos que el señor provee. O los verdes que amarroca, para ser algo más mundano. Se viene una…

Alta agitación. La que se viene esta semana por el cierre de los tribunales en la provincia. Un grupo variopinto de abogados entre los cuales está el ex juez Enrique Ferraris —quien, dada su delicada situación de salud, está jubilado por incapacidad— aconseja por WhatsApp sobre cómo mejor argüir para terminar con este estado de indefensión que es el la falta de funcionamiento de la justicia.

Unos sí, otros no. Dario Oroquieta se entretiene persiguiendo a los vecinos que comen pizza en la peatonal, o que toman helado en la calle. Menos mal que no estaba mirando las cámaras del semáforo de Juan B. Justo y México, donde tuvo que detenerse en su vehículo don Tristán de Monteoscuro, a la sazón, intendente de esta triste comarca costera. Allí, fue abordado por un ciudadano en la modalidad “limpia vidrios”, quien le hizo el clásico gesto de repasarle el parabrisas. El intendente no sólo accedió, sino que también le entregó una generosa propina al muchacho, lejos de interrogarlo al respecto de su presencia en la vía pública haciendo una tarea no esencial y sin tener en cuenta las medidas de distanciamiento social. Unos sí, otros no.

Vuelco y vandalismo. El que se vivió a las puertas de la ciudad de Vidal tras volcar el acoplado de un camión que trasportaba cerdos para la factoría de Agro Porc, que trabaja a facón para la firma Cagnoli de Tandil. El vuelco provocó escenas de vandalismo, no a manos de hambrientos, precisamente. Las pérdidas están estimadas en, cuando menos, un millón de pesos.

Todo cruzado. Las empresas de transporte de pasajeros reclaman un boleto urbano de $50. El valor, que puede provocar estupor en el ciudadano promedio, se debe a la caída brutal del volumen trasportado y el retraso en el pago de subsidios por parte del Estado. Como frutilla del postre, las empresas no aplican para recibir el aporte estatal del 50% del valor del salario, por ser beneficiaras de subsidios. Otro esquema que el gobierno no comprende debidamente y sólo trae zozobra.