Malas lenguas 1342

El affaire Lilita I. Un nombre construido durante años de política en los que la presencia mediática y la escasa memoria social le han permitido a Elisa Carrió generar esa imagen autopercibida de líder política imprescindible. Hoy, atraviesa una situación de fin de época, y lo sabe. No sólo lleva una vida en política, sino también viviendo de la política. Siempre del lado de un discurso «moral», participó activamente en la demolición del gobierno de Fernando de la Rúa subiéndose —cual vestal apabullada de dolor republicano— al cuento perverso que montó Hugo Moyano sobre un supuesto pago a los legisladores para permitir un cambio en la ley laboral, hablando de una «Ley Banelco».

El affaire Lilita II. En ese momento, frente un gobierno que había sido acosado desde la hora cero por las tribus peronistas, Carrió se subió al cuento de «la Banelco» pidiendo un juicio político contra Alberto Flamarique. El gobierno de De la Rúa se negó terminantemente a proceder en ese sentido, entendiendo —con lógica tanto política como jurídica— que no bastaba con la palabra de Hugo Moyano para rifar a un ministro de la nación. Más tarde, en el juicio que se le hizo al ex presidente, Carrió aseveró que, de haberse pagado coimas, el presidente no podría haber desconocido el hecho. Difícil encontrar nada más alejado del plano de la debida conciencia jurídica que se impone para alguien que se autoproclama heraldo de la política.

El affaire Lilita III. El ex presidente de la nación Fernando de la Rúa fue absuelto en diciembre de 2013. Nada de todo lo que se afirmó mediáticamente, pudo ser soportado con prueba jurídica alguna. De la Rúa soportó todo, sometiéndose al proceso como un ciudadano común sin pedir ni recibir privilegio alguno. Carrió nunca se disculpó, obvio. Decir —como se lee en las redes— que «los que negaron lo que Lilita decía se han tenido que disculpar» habla de cómo, programa a programa de TV porteña, se ha construido un mito sin votos que hoy transita su tiempo final en la política.

El affaire Lilita IV. Hoy Carrió se encuentra en una situación política de extrema debilidad: todo el sector que lidera debe ir a la reelección o terminar su mandato. Se termina la caja política de la que vive. No se trata de lo que son los demás, se trata de lo que es la persona que se pone en el rol de validador moral de la política, empleando un discurso denostativo a extremos repudiables que, por caso, han llevado a un absoluto silencio a todos los que integran su sector. Se olvidan que, el silencio, también es una opinión.

Otros temas. El intríngulis local que atraviesa la dirigencia de los dos grandes sectores políticos de la ciudad: el FdT y JxC. Los de Raverta no están para abirle el espacio a nadie, ni a otros grupos —o grupúsculos— del PJ, ni a sus actuales compañeros de ruta del Frente Renovador. Cómo se va a terminar configurando ese espacio político, es un misterio absoluto. Mientras tanto, en la vereda de enfrente, los de la UCR sacan pecho: el rol de primus interpares de Maxi Abad —con mandato amplio de la Convención Provincial— le da mucho margen de lapicera en el armado. Si tuviera candidato de valor para la intendencia, habría novedades de peso. Pero, no hay candidato de reemplazo y eso le sirve de fiel balanza al PRO vernáculo, que orejea en dónde colocar sus expectativas. Qué semanas difíciles para tanta gente…