


El fin de la inocencia
Daban cátedra de moral, cuando menos pública. Crearon la fantasía de un reino (literal) de bondad política que sólo actuaba en beneficio del gobernado. Por años nos dieron el espectáculo –sobre todo a los hijos putativos- de los debates en las Cortes. “Que diga usted, señor González”, correctamente retrucado por un “mire usted, señor Aznar”. Todo un ejemplo a seguir, cómo dudarlo, con un dejo de envidia ante semejante despliegue de civilización política.
Adiós al amigo

No nos referimos al memorable film de los ´60 en el que después de servir juntos en la Legión, durante el conflicto de Argelia, un médico -Alain Delon- y un mercenario -Charles Bronson- regresan a Marsella donde siguen caminos separados. Para nosotros, el “amigo” es ese vagón de madera noble, simple e indestructible que acompañó a miles de porteños durante casi cien años.
Sin pelos en la lengua

A eso nos tiene acostumbrados la fiscal Andrea Gómez de nuestra ciudad. En un tema que provoca desde escozor hasta pánico, donde muy pocos dicen las cosas con todas las letras, donde menos aún se involucran en serio en el esclarecimiento de los hechos, la funcionaria judicial pone lo que hay que poner y argumenta con verdadera convicción.
Cartas de un judío a la Nada
Cardelius, 341 El arado traqueteaba inútilmente. El terreno era malo, lleno de piedras y con una tierra arenosa y estéril. Pero era lo único que tenían, y él no recordaba cómo hacer otra cosa que no fuera sembrar, cosechar y mirar al cielo con ansias. El caballo, un caballo feo y flaco, se estaba muriendo de hambre; y él mismo ya estaba contando los días para hacer lo mismo. Pero el arado era bueno, de hierro y recién forjado. Había tenido que matar para conseguirlo, era cierto, pero el arado era bueno.