La impresión del gobernador Daniel Scioli sobre la costa atlántica, “blindada frente al delito”, queda desdibujada por imperio de la realidad. Horas después de esta expresión, criminales en huída atropellaban un Renault 18, mataban a un pasajero de 94 años, y más tarde fallecía otra ocupante del vehículo, de 64 años, por las gravísimas heridas sufridas en la embestida. También hay que contabilizar como un elemento que desdice al Gobernador el asesinato de Ramiro Fini, integrante de la barra brava de Boca, en el barrio del Faro, en un capítulo aún por dilucidar de violencia urbana. Si bien la fiscal Andrea Gómez lo plantea como “algo más que un robo”, y ha señalado que en Mar del Plata “no hay este tipo de criminales” -en referencia a que Fini fue degollado por alguien que actuó de frente en tanto un cómplice lo sujetaba por la espalda- lo cierto es que el crimen, horrendo por cierto, ocurre en un ámbito que se supone “blindado”.
En paralelo, vecinos de la ciudad se conectaban con la 99.9 y este medio para hacer saber que estaban siendo robados, asaltadas sus viviendas y vulnerados en su intimidad con absoluta impunidad. La respuesta oficial fue más de lo mismo, es decir, nada: una reunión en la seccional novena en la que se hizo presente el actual jefe departamental y el responsable de la Secretaría de Seguridad municipal Adrián Alveolite. Con absoluta falta de pudor, se volvió a señalar allí que la respuesta es… la policía comunal.
En La Plata, el gobernador Scioli lanzó una rueda de consultas para que se arbitren los medios para abrir más juzgados, más fiscalías, ergo más presupuesto para un sistema que falla por su base misma. En excelente artículo publicado en Clarín sobre el accionar de los colombianos que tienen actividades delictivas en la Argentina, un ciudadano de ese país que es citado como René dice que “en Bogotá comenzó a escucharse que las leyes en Argentina eran ‘suaves’. Que uno podía caerse hasta cuatro o cinco veces y salía de la comisaría sin pisar la prisión. Que los policías eran corruptos como en pocas partes del mundo; que no se necesitaba visa. Que era fácil, desde Argentina, viajar a Europa o Asia a robar.” Y vinieron muchos. “De los buenos, los profesionales y con más experiencia”.
Leyes suaves, la calesita -entrar y salir-, funcionarios garanticidas que siempre ponen la carga del hecho en la víctima, haciendo de la prédica marxista de la apropiación de la renta una pseudo teoría jurídica que hace culpable al que tiene algo sólo por tenerlo. Ejemplo: el “se quejan los que tienen el freezer lleno” de Hebe de Bonafini. En realidad, Argentina, la provincia de Buenos Aires, no necesitan más leyes, más policías, más juzgados, más fiscalías; necesitamos sentido común, y funcionarios idóneos comprometidos con su rol.
Se debe buscar un criterio republicano y democrático que no coloque en el ciudadano de a pie la culpa. Quien roba, es ladrón; quien mata, es criminal; quien golpea, picanea, tortura, deberá responsabilizarse personalmente por esas acciones. Hay demasiado psicologismo berreta usado para proteger un gigantesco negocio en los pliegues del mismo poder. No hay blindaje, hay impunidad.