La interna radical acelera. Un universo de dirigentes de todo el país se involucra en la disputa por el poder en la UCR y, tal como viene ocurriendo en la política nacional, personajes políticos de Capital Federal disputan puestos en la provincia.
Aupado por todo el partido de norte a sur y de la costa a los Andes, Maximiliano Abad expresa un propósito de poder que me relató con precisión quirúrgica Ernesto Sanz —café de por medio— en 2015. Al interrogante «¿Qué esperas vos de Maxi? ¿Por qué tu interés en él?» la respuesta, corta, fue «Que crezca y que sea el que coligue a los radicales de la provincia para terminar con el actual estado de las cosas». Dicho en criollo: que la era de poder de Ricardo Alfonsín, Freddy Storani, y Leopoldo Moreau sea pasado.
Al lector desprevenido puede parecerle extraño que estos tres sean un tema político. Si lo son. La incidencia de Moreau, por caso, es disputada fuertemente en toda la provincia. Hay más bajo las aguas que lo que lo que el común podemos ver. Los grupos en cada ciudad y pueblo que han reportado a “el marciano” se ubican para fortalecer la formula Posse/Loustau.
Las formulas en disputa marcan la existencia de universos muy distintos, aunque sin llegar al nivel de confrontación que signó la era de Hipólito Irigoyen y Marcelo Torcuato de Alvear, conocida como la era del enfrentamiento entre personalistas y antipersonalistas, o disputa que partió a la UCR con la conformación de la UCRP y la UCRI, con dos liderazgos fuertes en las personas de Balbín y Frondizi.
Hoy la formula que integra Abad, llevando como vice presidenta del comité a la intendente de General Arenales Erica Revilla, ejemplifica militancia, pertenencia y presencia de la mujer en la disputa del poder. Por el otro bando, aún cuando se pueda discutir por muchos aspectos al eterno intendente de San Isidro Gustavo Posse, las preguntas vienen por el lado de su compañero de ruta, Martín Lousteau.
La carrera de Lousteau —más conocido como “Guga”— en los asuntos del Estado se inició de la mano del hoy canciller argentino Felipe Solá, quien lo distinguió con diversos cargos hasta ungirlo presidente del BAPRO. De allí, por recomendación de Alberto Fernández —a la sazón, jefe de gabinete del gobierno de Cristina— “Guga” salto al ministerio de economía.
Es historia muy pública que fue el autor de la resolución 125 que dejó al borde de la renuncia a la propia expresidente, y que marcó el punto de quiebre de la relación entre Cristina y Alberto. Hay un aspecto no público de la historia de Loustau: su relación con Gildo Insfrán, el eterno gobernador de la medieval provincia de Formosa. En expresiones volcadas en Río Cuarto, “Guga” dice en su tono plano y sin emociones: “Cuándo un Gobernador cree que el Estado es de él avasalla todos los derechos, cercena libertades y reprime”. No lo veía así cuando cerró negocios por “asesoramiento” por un monto de tres millones de pesos, tema que fue de escasa cobertura mediática y de silencio judicial.
Es así: Martin Loustau, el que da consejos de cómo ser un buen radical, tuvo negocios que involucraron designar funcionarios ex BAPRO en el Banco de Formosa. Es el caso de Nicolás Franchini, administrador del fondo fiduciario de dicho banco, o de Rodrigo Pena, gerente general del banco de Formosa y ex socio de la consultora LCG. ¿LCG? Si la consultora que fundó Loustau. Y hay más.
(Continuará)