La frase era coreada, en la década de 1970, por las calles de algunas naciones sudamericanas. Recientemente, la volvió a traer al presente el diputado Hernán Lombardi cuando, en la TV porteña, hablaba sobre el presidente Fernández. Con gran enjundia, el legislador repitió como un mantra: «Alberto, ninguna calle llevará tu nombre».
En el plano local, la frase es perfectamente aplicable a la persona del secretario de (in)Cultura, Carlos Balmaceda, a no dudarlo, el peor funcionario a cargo de dicha área en la historia democrática de la ciudad.
Una biblioteca es un faro. Una señal del valor que la comunidad le da, en las acciones del Estado, a la madre de la Cultura: la letras, la literatura. Es curioso que justamente un escritor, que ha buscado el reconocimiento por lo expresado en el papel, desprecie —del modo que claramente lo hace— a la principal biblioteca de la ciudad: abandono, libros destruidos por el moho, humedad, filtraciones, imágenes que dan asco por lo dejado, sucio y mal oliente.
Quien puso primera con este tema, fue la concejal Paula Mantero. Solita, acompañada sólo por una asistente, se fue hasta Catamarca y 25 de Mayo para comprobar lo que era ya motivo de quejas constantes en los grupos de WhatsApp de los empleados del área.
A qué se debe la gracia que el intendente Montenegro le concede al secretario de (in)Cultura, es un misterio. Cada vez que abordo el tema en la FM 99.9, hay varios que escriben para señalar sistemáticamente que «es por la relación de Montenegro con el suegro de Balmaceda, el juez Pedro Hofft». Se trata sólo de un mito urbano. Lo digo porque, con buenas, regulares y alguna que otra mala, he tratado al juez Hofft por cuarenta años y sé que no es capaz de pedir favores impropios. Cualquiera sea la verdadera razón, no está bien que una persona tan poco apegada a su rol y responsabilidades no le dé respuestas a la sociedad.
En una conversación emitida por el aire de la 99.9, el concejal Amalfitano señaló que el personal se manifestaba en alabanzas a la gestión anterior, a la de Carlos Fernando Arroyo la cual, luego de un mal inicio, llevó a la secretaría de Cultura a niveles de realización y avances en distintas áreas de manera muy importante. Nada que no se pueda lograr hoy.
Balmaceda argumentó que, al inicio, se encontró con problemas de presupuesto, que luego vino la pandemia, y que ahora no cuenta con recursos suficientes. Parece el speech del presidente Fernández: la culpa o la responsabilidad, es siempre del otro.
En el mismo tiempo que él no pudo, no quiso o no supo hacer ni resolver nada, otra funcionaria, Constanza Adiecchi da novedades a diario restaurando monumentos, recuperando farolas históricas y devolviéndole el brillo a la ciudad. Es muy claro que, cuando las próximas generaciones resignifiquen este tiempo, a nadie se le ocurrirá colocar una placa con el nombre de este secretario de (in)Cultura.