En una conferencia de prensa que pasó desapercibida, la secretaria de Salud de la comuna expresó su fastidio ante las críticas que reciben con una fuerte frase: “no vamos a permitir que nos traten de mentirosos”.
Nadie puede impedir las palabras del otro. Lo que sí se puede hacer es responder, no validar la crítica, o denunciar civil o penalmente a quien, con sus expresiones, injurie o calumnie, por largo y farragoso que sea el camino que implica una acción en la justicia.
A tenor de lo que ocurre en Mar del Plata, me permito señalar algunos aspectos. Desde la aparición de los primeros casos en el país, a nivel local se eligió un curso de acción que —acorde con lo que hicieron tanto los gobiernos de la nación como de la provincia—, buscó controlar a través del miedo. En paralelo, se llevó adelante una campaña de exaltación de la figura del intendente, quien además repite continuamente su desgastado mantra de “te estoy cuidando”, al cual, inexorablemente, se suma un “los entiendo, yo también estoy sin ver a mis hijos”. Pero, de políticas coordinadas, a tono con el desafío de la pandemia, nones.
Quedó claro, por el brote iniciado en el nosocomio Bernardo Houssay, que nunca se tomaron las medidas básicas que implicarían que, efectivamente, nos ha estado cuidando. A saber: debieron detener la práctica nociva de pluriempleo en el sector de salud, que es una variable de usos y costumbres que abarca todas las profesiones: médicos, enfermeros, kinesiólogos, internistas, etc. Los profesionales van de un establecimiento a otro a diario e, incluso —especialmente, enfermeras y mucamas—, prestan servicio en geriátricos.
Un comunicado firmado por profesores la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de La Plata señala que, en este momento, los actores del sistema de salud están agotados, cobran mal (muy mal), y que es angustiante ver la falta de internistas calificados en una técnica clave en este momento, como es la del entubamiento. Señalan que su “mayor angustia” es el recurso humano, “que, a diferencia de las camas y los respiradores, no puede multiplicarse”. Los intensivistas, indicaron, “se hallan al límite de sus fuerzas, raleados por la enfermedad, exhaustos física y anímicamente por el trabajo continuo e intenso”. En estas condiciones, son propensos a “cometer errores, que llevan a enfermar y a morir”. Son situaciones que se multiplican por todo el país.
No se entiende que lo básico, que era formar más personal, no se haya tenido en cuenta. Así como no se ha tenido en cuenta tener el equipamiento necesario para el resguardo de los profesionales, y un esquema de control y ajuste de los protocolos de seguridad y bio seguridad.
Tal como señaló en la 99.9 el jefe de terapia intensiva del HIGA, Ralph Edgar Martínez: “hacemos énfasis en el recurso humano porque se habla mucho de la cantidad de camas, podría tener 1.000 camas pero si no tengo el recurso humano, no me sirven de nada. Muchos de los intensivistas, por encima del 80%, tenemos pluriempleo. Cuando uno de nosotros se enferma y debe hacer aislamiento o estar internado, el efecto dominó se produce en varias instituciones”.
No se trata de los términos que se emplean. Se trata de lo que ocurre. Menos acting, y más políticas de salud pública.