Concluyeron las presentaciones de organizaciones, vecinos y concejales en torno al pliego de transporte en el Concejo Deliberante. Quedan frases. Campea la ignorancia y el populismo. Expresiones llenas de deseos, y cuestionamientos que sólo buscan minar el proceso licitatorio que, cuando menos, debería suspenderse hasta que haya una señal de que la economía podría recuperar algo de normalidad.
No “una nueva normalidad” como deliran desde el presidente Fernandez hasta politólogos en diversos idiomas sin el mínimo atisbo de leer cómo la humanidad continuó luego de cada crisis: con los mismos parámetros desde el origen, una y otra vez.
El concejal del Frente de Algunos Todos, “Chucho” Páez, pide una concesión de ocho años. Una unidad 0km, tiene una vida útil optima de cinco años. Con ocho de concesión, la flota quedaría descapitalizada rápidamente porque nadie reinvertiría en el parque si en tres años debe licitar nuevamente.
El concejal Daniel Rodríguez, pide “competencia”. Veamos: competencia, significa que hay varios oferentes por un mismo servicio que disputan por precio el favor del consumidor. Si el pasajero es un consumidor que busca el mejor servicio por el menor precio, en un marco de competencia, llevaría a que los recorridos y frecuencias sean libres. Pensemos, el planteo de Rodríguez, que pasaría por caso con quienes viven fuera del casco urbano de la ciudad y pagan tarifas diferenciales. ¿Esos usuarios devenidos consumidores, no atraerían inversores que querrían establecer tarifas sin límite alguno? La respuesta es obvia.
Insisto en un aspecto: no es tan complejo ver que un servicio público en manos privadas no excluye al Estado de su responsabilidad primaria. Esa responsabilidad tiene todas las herramientas necesarias para controlar puntualmente el servicio. Herramientas que perfectamente un trabajo integrado de departamentos municipales puede validar en horas. Cada unidad en servicio posee GPS, de cuyos datos se nutre el servicio “Cuando llega”, que funciona muy bien. Basta con analizar esos datos para saber qué se cumple, y qué no.
La otra variable, es que los ediles del Frente de Algunos Todos estén buscando retornar al sistema que pivoteaba desde la presidencia de la comisión de transportes el ex edil Osvaldo Lalanne, quien había organizado un esquema que, de modo sistémico, provocaba alteraciones en los recorridos basado en las “necesidades de la gente”. Era una batalla de intereses que buscaba colocar líneas poco productivas con bajo promedio pasajero kilometro sobre el “piso” de otras más rentables. Quizá eso extrañen: un esquema que habilite a provocar cotidianamente flujos de caja por fuera de la vista de la sociedad. Como el tero, gritando lejos de donde ponen los huevos.