Del dicho a los hechos

El gobierno dice haber adoptado la postura de “cuidamos la vida”. Este relato, se derrumba día a día contrastado con los hechos. No se trata sólo del escándalo de la compra de vacunas, o de los negocios de Hugo Sigman o Marcelo Figueiras, ni la mentira de fabricar en el país la vacuna Sputnik, cuando lo que hace el laboratorio Richmond es envasar en una planta que se contrata a tal fin.

No es sólo eso: en los hechos, usan la pandemia para controlar a la población, tal como queda demostrado en el mensaje del gobernador Kicillof a los integrantes de La Campora, felicitándolos por el trabajo “militante” que llevan adelante en el marco del plan de vacunación provincial.

Plan que está muy lejos de consideraciones humanitarias o sanitarias. El triste espectáculo que se da en el predio del Club Teléfonos es un ejemplo válido: personas de entre 70 a 80 años o más, que pasan horas en largas filas soportando el tremendo frio marplatense. Se ve que las autoridades militantes que manejan el esquema no leyeron los considerandos de la ley de “zonas frías” que bajarán —en tiempo electoral— el valor final de la boleta de gas de red a miles de marplatenses.

En la presentación y justificación del proyecto —al que los medios de CABA se refieren como el “de Máximo Kirchner”, cualquier parecido con una publinota no es coincidencia— se señala: “Nos dimos un proceso de investigación para determinar cómo afecta el frío en la salud de los usuarios y las usuarias —sobre todo en adultos mayores y los niños— aumentando su mortalidad”. Ergo, si el frío de Mar del Plata es mortal, ¿cómo se entiende el someter al mismo a un amontonamiento de adultos mayores, dejados a la intemperie, como ocurrió esta semana?

La respuesta obvia para un supuesto gobierno de científicos —como se autotituló el presidente Alberto Fernández— sería: no. No se entiende. Salvo que se trate de un experimento de sobrevivencia digno de Josef Menguele.

Hablando de sufrir y de experimentar: denuncia y revela el médico Hugo Ciampagna en la 99.9, que el director del Materno Infantil Hugo Casarsa desmantela el área de quemados sin otra explicación que su regia decisión. Integrante de la nomenklatura peronista aupada en la historia de Ramón Carrillo, Casarsa hace y deshace perjudicando a los más desposeídos. Ya que, como señala Ciampagna, los que recibían la atención en el Materno son los niños de hogares más humildes de la región, los que viven en villas, en chabolas infames que en invierno son los ámbitos más proclives a padecer incendios.

De ahora en más —por la regia decisión nada humanista de Casarsa—, deberán ser trasladados a La Plata o CABA con todo lo que ello implica para los afectados y sus familias.

Construyeron por décadas una mentira de solidaridad pública nada científica, sólo preñada de intereses económicos basados en la salud pública como relato.