Del ridículo no se vuelve (II)

tap 938Siempre puede ser peor, no hay dudas. La conjunción Aldrey Iglesias / Gustavo Arnaldo Pulti no puede digerir, no puede comprender qué ocurrió en las PASO, y agita los medios y redes sociales intentando diseñar un opositor que reúna las señales del mal en un combo impresentable e invotable.

A diario hay publicaciones injuriosas y mendaces en las redes sociales; el sistema de desprestigio virtual está integrado por un equipo de jóvenes que son alimentados con historias que mezclan arbitrariamente los tiempos recientes y pasados, que recorren los barrios como si de grupos religiosos se tratase, tocando timbre con un cuestionario que inicia por los temas o problemas del barrio, y cierra preguntando por quién votó en las PASO. Si la respuesta es “a Arroyo”, comienza una catilinaria que incluye señalar, por ejemplo, que el candidato de Cambiemos no usa celular.
Desde que este “defecto” fuera señalado en conferencia de prensa por Santiago Bonifatti, ha sido una constante en la diatriba de los accionistas marplatenses. Por cierto ninguno de ellos ha leído a Umberto Ecco, quien ya a mediados de los noventa señalaba en un editorial publicado en el diario italiano L’Espresso, que sólo cuatro categorías de personas podían usarlo sin resultar snobs: los incapacitados físicos, los cirujanos de órganos, los periodistas y los cónyuges con amante. Para el resto, decía, el celular constituye un signo de inferioridad social, pues el auténtico hombre de poder no contesta nunca el teléfono. Por tanto aquel que lo utiliza, en su opinión, es un pobre diablo, un “yes-man” que debe siempre estar pendiente de la llamada del patrón o del banco. Gustavo Arnaldo Pulti, obvio es, está pendiente a diario, cada minuto, del llamado de su patrón Florencio Aldrey Iglesias, quien lo atosiga exigiéndole acciones que cambien el curso de los acontecimientos rumbo a octubre.
Claro que Florencio Aldrey no la tiene fácil; sabe que se juega el poder amasado desde hace más de veinte años con el que mete miedo a la clase política vernácula, esto es, el juego de que si no aparecés en La Capital, no existís. Ese juego está visiblemente roto, desgastado, ha perdido eficacia, y la elección que lleve a Arroyo a la intendencia será su sepultura. El destino ha marcado las cartas, y funcionarios del Gobierno municipal admiten ya entre bambalinas que se van en diciembre. Pulti recorre los barrios buscando la empatía con el vecino que jamás supo tener, sube fotos entregando tarjetas personales en una peluquería del Barrio Centenario, toca la guitarra en casa de familia, o acaricia (o intenta) un ovejero alemán, todos gestos extraordinariamente electoralistas. Groseramente electoralistas, debería decirse.
Hace unos años, una niña que había recibido de regalo un conejo como mascota por parte de sus padres, se quejaba por la elección familiar. Preocupados, los papás le preguntaron a la niña por qué no aceptaba al animalito en cuestión. La respuesta fue: “¿Ustedes no se dan cuenta de que el conejo no tiene empatía con los humanos? No hace nada: no mueve la cola, no gruñe, no llora, no se sabe si está feliz o triste… Sólo come y hace popó. Nada más”. Acciones más o menos, igual que Gustavo Arnaldo Pulti. Recorrer los barrios lo va a alejar más de la gente, no le va a dar más votos en octubre: sólo lo expone ridículamente en su ausencia de empatía con el vecino. Ridículamente, subrayo, algo de lo que, ya sabemos, no se vuelve.