Del ridículo…

Gustavo Pulti

… nunca se vuelve. Gustavo Arnaldo Pulti transita en el ocaso de su vida política el ridículo, en su afán de demonizar a Carlos Fernando Arroyo: operaciones en el diario de Florencio Aldrey Iglesias -el otro gran derrotado de las PASO en Mar del Plata- pretenden instalar un escenario de complicidad durante la dictadura de quien entonces fuera el responsable del área de Tránsito municipal. Usa la dupla Florencio/GAP toda opción posible: periodista “militonta” que en la pregunta busca ofender para irritar y a la vez, luego de irritado el entrevistado, corre a hacer el papel de víctima; artículos mendaces y mentirosos a diario, hasta con cuestiones que por ridículas, en vez de preocupar al votante, fastidian y promueven el desinterés y el rechazo, lo que seguramente en octubre se verá traducido en votos de menos.

El intendente está desbordado, no cabe ninguna duda. En reciente tendida gastronómica, Pulti confesaba a un contertulio: “No sé, no entiendo; todas las encuestas decían que yo ganaba”. Hans Christian Andersen escribió en 1837 Eventyr, Fortalte for Børn (Cuentos de hadas contados para niños), la historia que universalmente se conoce como “El rey está desnudo”. El cuento o metáfora relata que hace muchos años había un rey que era comedido en todo, excepto en una cosa: se preocupaba mucho por su vestuario. Un día escuchó a dos charlatanes, llamados Guido y Luigi Farabutto, decir que podían fabricar la tela más suave y delicada que pudiera imaginar. Esta prenda, añadieron, tenía la especial capacidad de ser invisible para cualquier estúpido o incapaz para su cargo. Por supuesto, no había prenda alguna, sino que los pícaros hacían lucir que trabajaban en la ropa, pero sólo se quedaban con los ricos materiales que solicitaban para tal fin.

Sintiéndose algo nervioso acerca de si él mismo sería capaz de ver la prenda o no, el emperador envió primero a dos de sus hombres de confianza a verlo. Evidentemente, ninguno de los dos admitieron que eran incapaces de ver la prenda y comenzaron a alabar a la misma. Toda la ciudad había oído hablar del fabuloso traje y estaba deseando comprobar cuán estúpido era su vecino.Los estafadores hicieron como que le ayudaban a ponerse la inexistente prenda, y el emperador salió con ella en un desfile, sin admitir que era demasiado inepto o estúpido como para poder verla.Toda la gente del pueblo alabó enfáticamente el traje, temeroso de que sus vecinos se dieran cuenta de que no podían verlo, hasta que un niño dijo:¡Pero si va desnudo!

La gente empezó a cuchichear la frase hasta que toda la multitud gritó que el emperador iba desnudo. Tan desnudo como Pulti luego de creer en las encuestas que los Farabutto de hoy le arrojaron sobre su mesa, hasta que las urnas gritaron como el niño la cruel verdad. Sólo un estúpido, rey o no, es incapaz de advertir su propia desnudez.