La villa balnearia nacida de la necesidad de las clases altas de huir del oprobio del verano a finales del siglo XIX, devino una urbe extendida y compleja que no deja sus hábitos pueblerinos, expresados por actores públicos que las más de las veces miran hacia La Plata o CABA en busca de respuestas a los recurrentes problemas que nos aquejan. A cada paso, los dirigentes locales deben hacer abluciones para conseguir fondos que permitan resolver problemas sistémicos, padecidos por barrios construidos en aéreas inundables, en la sucesión de colinas y valles propia de las estribaciones finales del sistema de Tandilia antes de hundirse en el Océano Atlántico.
El temporal que golpeó a nuestra ciudad en estos pasados días se suma a la seguidilla de temporales que se han dado sin solución de continuidad, superando en mucho el promedio de lluvia anual y generando retrasos en obra de vía pública además de agotamiento de la superficie, que ya casi no puede absorber el agua caída. Por si ello no fuera suficiente, la falta de una política de reemplazo de arbolado, la mala poda, y barriadas loteadas sin factibilidad hidráulica han dejado al Estado, léase el erario público, la carga de resolver con obras de infraestructura costosísima la problemática persistentemente presente.
Claro que no ocurre nada nuevo. A épocas de intensas lluvias siguen épocas de seca, y entonces, por falta de programación sostenida y responsable, se dilatan las soluciones. Un ejemplo es el impuesto hídrico que se paga cash en cada carga de combustible, y que por años fue desviado, por disposición de Julio De Vido, según fue denunciado, a las obras que dieron origen a Tecnópolis.
El temporal del 7 de abril de este año fue paradigmático de cómo una imagen puede alterar todo un escenario político. La ciudad estaba bajo las aguas por un temporal de proporciones gigantescas, pero fueron las imágenes las que motivaron al Gobierno provincial a actuar en la emergencia, como si hubiera sucedido lo mismo que en La Plata y las consecuencias fueran las mismas. Nada era igual, ni siquiera similar. No hubo víctimas fatales; los daños causados por la lluvia, pese a su espectacularidad, fueron mínimos. Los oficiales de crédito del BAPRO no hallaron candidatos razonables para los créditos subsidiados anunciados.
Mar del Plata debe darse su propia autarquía económica al estilo del desarrollo que ostenta la Ciudad de Buenos Aires. Hay que cambiar la dinámica de repartición de impuestos, que implica siempre que mucho menos dinero que el que corresponde ingrese a la administración de la ciudad, y que la misma pueda gestionar un plan de reconversión administrativa que la coloque a la altura de los desafíos del siglo XXI.
La aldea es historia, los mucamos del poder de antaño ya no están. Hay que construir ciudadanía en democracia, dando lugar a que las nuevas generaciones nacidas marplatenses expresen una época distinta de ciudadanos de pie que no estén sometidos a los poderes de turno ni piden permiso para gobernar esta comunidad.