Desde ese dolor, el que alimenta a «la estadística»

Nunca conocí a Daniel Marcel. Pero sí le escuché hablar de él a su hijo, mi amigo y colega, Marcelo. Daniel se fue en un giro brutal del destino por defender lo más amado: la vida de su hijo.

Pero no voy a romantizar su fin, porque no hay nada de romántico en la saga de muertos que bañanan con su sangre toda la provincia de Buenos Aires. Daniel Marcel es la vigésimo segunda víctima en lo que va del año: ese es el número que queda en la estadística. De ahí se agarran para decir que «en comparación con Rosario, nada que ver: la ciudad es segura».

Guillermo Tristán Montenegro llegó a Mar del Plata con su bagaje de haber sido juez federal y con su aura de «creador de la policía metropolitana de CABA» y afirmando que el lugar desde donde iba a desplegar su labor en la gestión, iba a ser el COM. Ya no lo es, quizás, porque finalmente advirtió que el poder real, está en otras manos: la seguridad es, de hecho, una responsabilidad del gobierno provincial.

El de Montenegro es un caso curioso: si uno mira área por área, su gestión cruje por todas partes. No obstante —y tal como apunta su círculo más cercano—,«el gordo es un fenómeno: mide arriba de 40 puntos» (SC). Los ediles opositores no le encuentran el agujero al mate cuando intentan cuestionarlo ante el fracaso de la gestión de seguridad en General Pueyrredon: él no se inmuta, y sigue el recuento, muerto a muerto, desde su torre de marfil.

En el contexto de la Semana Social, organizada por la Pastoral Social en nuestra ciudad —en la que, con la impudicia que lo caracteriza, el obispo Ojea cuestionó (sin nombrarla) a Patricia Bullrich por proponer bajar la edad de imputabilidad de los delicuentes—, Montenegro expresó: «los problemas de los vecinos duelen y no resbalan, no caen en un cajón». ¿En serio? Nos vendría muy bien alguna muestra —pequeña, aunque sea— de que esto es así.

La inseguridad es una responsabilidad primaria de la provincia. Pero no hay ministerio de Seguridad: Berni oscurece con su ausencia. Cada vez que pregunto por qué no se lo cuestiona, recibo la misma respuesta: «es amigo de Guille». En la nota central de esta edición exponemos —una vez más— la crítica situación que implica que siga en su cargo el actual —y lamentable— jefe departamental.

El servicio de injusticia también es responsabilidad de la provincia, pero sigue al frente de la fiscalía general Fabián Uriel Fernández Garelo, un confeso partícipe de las actividades de inteligencia del proceso militar a las órdenes de Ramón Camps. En una cadena de oscuros favores, el procurador Julio Conte Grand protege a Garello, quien a su vez protege a Segovia. «Efectividades conducentes», decía Hipólito Irigoyen

A instancias de Montenegro, Sergio Berni lo llamó a Marcelo Marcel, pero su papá, Daniel, ya no está. Una larga lista de personas tanto se manifestó en las redes como se pavoneó por los medios de CABA, pero son los mismos que se callan ante el poder de Garello, Segovia y de la impronta política de la actual gestión.

Dicen los vecinos que llevaban dos semanas pidiendo que se interviniera en la zona en donde se produjo este crimen. Hacen como que escuchan, pero se nos ríen en la cara. El tambor sigue girando en la perversa ruleta rusa a la que nos están obligando a jugar a todos. ¿Quién será la próxima víctima que alimente la estadística?