Disimularás tus muertos

Guillermo Montenegro, desde el segundo cero de la declaración de cuarentena —antes que fuere cuarenterna (sic)— se subió al discurso de defensa de la vida por sobre todas las cosas, argumento que sirvió, ni más ni menos, para conculcar los derechos constitucionales de la ciudadanía. El un modo de aplicar estas restricciones llevó a que, en General Pueyrredon, se bata el récord de acciones punitivas contra la población general por no respetar —o, por interpretarse que no se respetaba— la manda presidencial del aislamiento social.

En la zona donde funcionan las cámaras de seguridad municipales y las que emplea el canal 79, Montenegro corría a pedir que nos quedáramos en casa, porque nos estaban cuidando, mientras que en los barrios donde no había cámaras, el descontrol era absoluto. En paralelo, urgido por el espíritu malvinero de los primeros meses, el grupo de empresarios convocado por Whatsapp corría a reunir dinero para diversas urgencias. Es un espíritu generoso que no tiene correlato público: no hay rendición alguna de estos fondos recibidos por el Estado. Nadie sabe qué se hizo con esa plata.

Han destrozado la caja pública que recibieron con superávit. Recortan en donde hay que privilegiar el gasto. Por ello, dieron de baja los contratos con los privados que cubrían articuladamente el servicio de ambulancias de la ciudad. Desvistiendo un santo para vestir otro, se llevaron la unidad del SAME que estaba en Chapadmalal. La ausencia de esa unidad, se afirmó, se compensaba con el servicio de la que está en Playa Serena.

El 30 de octubre, el traumatólogo y reconocido surfer Hugo Pedernera falleció en las playas de Chapadmalal. Sus amigos en Twitter daban en ese momento cuenta de la desesperación: “Salió́ Huguito del agua diciéndome q creía q se estaba por infartar. Nos habíamos saludado un rato antes cuando el entro al mar. De inmediato llamé a la ambulancia al 107. Dos veces. La ambulancia de SAME  de Playa Serena tardó 55 minutos en llegar”.

No fue la única muerte, ni el único hecho en ese lugar del partido de General Pueyrredon. Horas después, un joven que circulaba en moto fue atropellado por una camioneta sobre la ruta 11. La ambulancia, según los vecinos que se desgañitaron llamando al 107, arribó a los 52 minutos de producido el hecho. La frutilla de este amargo postre de indiferencia por la vida y el valor de cada una de ellas llegó en la persona de Carlos Taborda, activista de la zona sur, que falleció de infarto. La ambulancia de Playa Serena llegó recién a los 30 minutos.

Son vidas que ya no están. Servicios cortados por mala gestión, e indiferencia política y social. Viviana Bernabei, si no mintió, faltó a la verdad cuando afirmó que la responsabilidad era de la unidad médica que está en el complejo de Chapadmalal. El convenio de prestación de servicios para los hoteles sociales de Chapadmalal lo presta un privado, fruto de una licitación pública realizada por el Ministerio de Turismo y Deportes de la nación. Ergo, no tiene competencia sobre los barrios, siniestros viales, u otras contingencias que requieran de expertise medico o sistemas de apoyo. Ni Montenegro ni Bernabei pueden ignorar la naturaleza de dicho contrato.

SAME MDP tiene operativas siete ambulancias. Sólo dos de ellas tienen médico. De las que están operativas, una no tiene documentación porque le cambiaron el motor, y no puede circular porque aún no se hizo el cambio de papelería legal.

Al cierre del gobierno de Carlos Fernando Arroyo, el tiempo de respuesta era de 9 minutos. Hoy, oscila entre 30 a 50 minutos, dependiendo de la circunstancia.

No es la vida lo que les interesa, obviamente.