Durmiendo la siesta en tiempos de cambio

Dos semanas antes de que se definiera el balotaje, afirmaba el consultor Federico Aurelio de la consultora Aresco que lo que más buscaba la población era «cambio». Nada nuevo: en la década de 1980, Raúl Ricardo Alfonsín tomó el control de la UCR y coronó la presidencia de la nación bajo la consigna «Renovación y cambio».

Ese pensamiento de origen —obvio es— está profundamente inserto en el ánimo colectivo, que ha buscado una y otra vez ese mismo camino para hallar así al «mesías» que le marque la dirección correcta en la que debe darse ese «cambio».

Y ese, quizás, sea el nudo de tanta frustración: una búsqueda mágica que permita, de una vez y en un simple acto, que se dé el acto de cambio tan anhelado. Es obvio que esa magia que se le exige a los diferentes mesías que la sociedad empodera una y otra vez es lo que lleva a la frustración sistemática frente a la dirigencia, devorando —capa tras capa— a un sinfín de actores políticos.

Hoy aparece otra vez, ahora en la persona de Javier Milei, la idea de un mesías reivindicador. Eso sí: en un formato diferente, que da pauta de una comprensión actual que no estuvo presente en los episodios anteriores de nuestra historia política ya que —como señala el propio presidente electo—, estamos ante el primer caso de alguien que llega al poder con una catarata de votos —la mayor de la historia— prometiendo sudor y esfuerzo para soportar una etapa de pase o cambio que permita encontrar el camino a ser un país normal.

Ahora, dicho esto, yendo hacia abajo en el orden de la administración pública, no parece haber mucha idea de qué es lo que viene: el gobernador Kicillof anuncia que le pide a la vapuleada legislatura bonaerense endeudar a la provincia por 150 millones de dólares para —según él— pagar sueldos y aguinaldos. Por el contrario, el gobernador de Tucumán, Osvaldo Jaldo, anuncia un recorte del orden de $2.200 millones para poder ordenar las cuentas públicas.

Jaldo es tanto o más peronista que Kicillof. A pesar de ello, asevera: «No estamos dispuestos a seguir pagando a personas que no sabemos cuál es su rol, ni donde trabajan». Las medidas aplican desde el 30 de noviembre y son parte de una acción política cierta y clara que —advierte— aplicará para toda la provincia. A tal punto, que ha anunciado que «convocará a los jefes comunales para evaluar los mecanismos a implementar a partir del 1 de enero, como la eliminación del Pacto Social, un instrumento de asistencia a las comunas que tuvieran dificultades económicas para abonar sueldos municipales y que “vino produciendo un endeudamiento muy importante a través de los años”».

Es un toque de atención para Kicillof en cuanto a la administración de la provincia, y también para las municipalidades. Mar del Plata parece ausente de esta situación que es un autentico «nunca más» pero al gasto ocioso improductivo al que es adicta nuestra dirigencia. El anuncio de que no habrá más recursos federales para obra pública debe ser tomado muy seriamente.

Es hora ya de que en nuestra ciudad también se termine con el gasto ocioso e improductivo que drena recursos y no da respuestas a la comunidad.