No se trata de la famosa marmota de Punxutaway en Illinois que inspiró la película “El día de la marmota” interpretada por Bill Murray y Andie Mc Dowell en 1993. Se trata de la clase política de la ciudad que repite, año a año y sin comprender la naturaleza de su responsabilidad en la administración de los intereses públicos, el mismo libreto una y otra vez.
Obvio que repetir una y otra vez las mismas prácticas dispara una y otra vez las mismas reacciones: reducción del servicio de colectivos, movilización de la UTA “porque peligra la fuente de trabajo”, el disgusto de los ciudadanos por no contar con el servicio nocturno, etc. Y siempre, siempre, hay alguien de turno que dice: “estoy de acuerdo en ajustar la tarifa pero primero hay que mejorar el servicio”.
La otra circunstancia que se repite inexorablemente es que los concejales, o el ejecutivo, creen que su suerte política electoral está vinculada al valor del tramo de transportación pública. No hay nada, en décadas, que pueda dar rigor a este aserto. En la sesión del Concejo en donde se dieron facultades al intendente para establecer la nueva tarifa, todo se dilató por diferencias mínimas de forma sobre quién y cómo cedía las facultades. Mínimo, política y humanamente hablando.
El bloque de Cambiemos no existe. No hay afecto societatis. El bloque de Agrupación Atlántica no da pelea por el intendente. Nadie habló en público para exponer en este sentido, y eso da pena. La curul Angélica González, que llegó por la Coalición Cívica, vota todo NO. Y los radicales están en un equilibrio tan complejo como su partido, entre quienes quieren aliarse con el peronismo en torno a la candidatura de Lavagna y quienes buscan perseverar en la alianza Cambiemos.
Hay, en este escenario, actores que no están a la vista. Alejandro Carrancio buscó impedir a todo costo que la cesión de facultades se llevara a cabo. Alejado de la realidad que transitaba la ciudad, el ex integrante del Frente Renovador fue apuntado por otros ediles como quien llegó a ofrecer dinero para votar en un sentido obstruccionista.
¿Por qué? Sencillamente porque hay interés de la familia Trappa, dueña de Vía Bariloche, en sentar sus reales en la ciudad, tomando el control del transporte. El año pasado, los actuales permisionarios fueron literalmente apretados en el Ministerio de Transporte para retirarse del negocio. El operador de dichos intereses es Guillermo Montenegro. Es ya un dato de la realidad que Montenegro actúa para abrir a esos intereses la ciudad. Al igual que el impulso a Murchisson en el puerto, la mano detrás de la escena es la del ministro Guillermo Dietrich.
Aquí no se trató del interés de la política, se trata de intereses económicos concretos. En CABA la tarifa de subterráneo esta en $21, la segunda sección de La Plata esta en $21,20 y Bahía Blanca fijó el boleto en $24. Esta ronda de preocupación por los ciudadanos exudó las miserias del poder como quizá nunca se vio en Mar del Plata.