He usado esta expresión —“algunos Todos”— con ironía: es obvio que incluir a todos en algo es imposible. “Frente de Todos” es un populismo agraviante desde la misma definición, y lo es más aún cuando se impulsa como bandera política.
Cuando la pandemia sea vista en perspectiva, en Argentina se advertirán cuestiones que, hasta hoy, están enmascaradas en medio de la campaña del miedo que instaló el gobierno y que aún no son percibidas con nitidez por amplios sectores de la población. La complicidad de los medios de CABA, que con su diseño empujaron el miedo demencialmente, le hizo el caldo gordo a una dirigencia que no tuvo nunca otro propósito que obtener su propia satisfacción política y económica. La pandemia —negada por Ginés González García hasta avanzado el mes de marzo— le sirvió al presidente para dar un propósito a su gobierno.
A este gobierno que integran distintas “tribus” peronistas, y que alberga distintos propósitos que no siempre coinciden entre sí. Para Sergio Massa, es buscar un punto de poder que le permita seguir en la idea de que algún día los astros se van a alinear y él podrá llegar a la presidencia de la nación. Para Cristina Elisabeth Fernández —articuladora de lo que para muchos fue una “genialidad”, la creación de del frente que llevó de mascarón de proa a Alberto Fernández— es la impunidad. El propósito del propio Fernández, se desconoce.
Aquí venimos a lo local, en donde el impacto es mayúsculo por la presencia de Florencio Aldrey Iglesias y su familia en la lista VIP de incluidos en la gracia política de elegir a quien sí y quien no vacunar en un país que, vergonzosamente, le mendiga vacunas al mundo.
Florencio Aldrey Iglesias llegó a Mar del Plata en los tempranos setenta, llegando a ser un punto de referencia de la política nacional y local. Fue en los ochenta cuando adquirió el diario La Capital. La sinergia entre agasajo, y los regalos a dirigentes —incluidos favores sexuales, un capítulo nunca explorado de ese armado político— permitió un armado de poder que el sistema político de todo el arco ha temido como la misma peste.
Aldrey es una mutación del Coronavirus del poder. Cuando recibo por devolución de lo publicado un “y, vos que lo odias al gallego”, me digo: hay que persistir, porque el reduccionismo de llevar sus conductas espurias al tono de la cuestión personal no deja ver nítidamente de qué se trata. El método Aldrey ha sido siempre la extorsión.
Su personalidad mísera, finalmente, es visible. El poder desmedido siempre es auto satifactivo. Vacunarse él y a los suyos en el vacunatorio VIP del poder no deja lugar a segundas lecturas o exculpaciones piadosas para justificar lo injustificable. No es casualidad su inclusión: siempre fue parte de este sistema de expoliación de la riqueza de los argentinos. Hoy, sólo quedo expuesto. Verdad mata relato.