Finalmente, ante la falta de ofertas reales y de otras opciones de candidaturas en el espacio de JxC, Guillermo Montenegro decantó por la única que le quedaba: se presenta a la reelección. Lo anunció con un mensaje muy calculado y con un cierre emocional que provocó, en las Mabeles con corte de pelo tipo cocker, lágrimas de aprobación.
Hacia adentro, todos ríen como Patán. Hacia afuera, cumplen, y lo celebran. Los aplausos de foca no faltaron y, de ahora en más, la elección de Mar del Plata ya no se tratará sobre la probidad de la actual administración —la cual llega reducida a jirones, destruida por la falta de eficacia de la mayoría de los secretarios que «el gordo» designó y aún sostiene en sus cargos, pese a la falta de compromiso y capacidad de gestión—, sino sobre lo malo que es el otro.
La decisión de los unionistas patrióticos liderados por Raverta de sumar a Acción Marplatense parece ignorar una regla básica de la política, que es que, en líneas generales, las sumas en realidad restan. El ex intendente Cospelito dejó a la ciudad tan maltrecha, que no hay sector social que no se haya sentido afectado.
Pulti —una vez más— hace la suya y se pasa por las partes a quienes confían en él: Horacio Taccone fue el último en enterarse del acuerdo —digamos— pragmático entre los unionistas patrióticos y los accionistas marplatenses, luego de haber afirmado públicamente en el aire de la FM 99.9 que no se estaba desarrollando negociación alguna y que el partido vecinalista se iba a presentar solito en los comicios. Lo de GAP ya no es el cuento del escorpión, es el escorpión. La resta que han anunciado sólo favorece al oficialismo local, que tiene de regalo fenomenal un dos por uno enfrente.
Pero —con la tropa local aliviada— a Montenegro aún le falta un paso central para empoderar la campaña que se avecina: el acuerdo con Abad.
Será la palabra —y las aspiraciones— del presidente del Comité Provincial de la UCR, Maxi Abad, lo que definirá, en grandes líneas, el armado local, ya que Montenegro no tiene fuerza propia —debilidad del PRO que se replica en todos los niveles— y no le queda otra que sentarse a negociar con el dueño del sabot.
Para apresurados e ilusionados: el cielo, no existe. En la tropósfera de la política en la que hoy habita Abad, aún ni están pensando en cómo cerrar lo local. De hecho, no hubo aviso del anuncio: el pope radical se enteró de que Montenegro va por la reelección como todos los demás, con un alerta de Twitter. Como gesto de unión política, no parece ser lo mejor que se podría esperar.
No obstante, está claro y es cierto que —aún a los codazos— los acuerdos, van a llegar. Eso sí: habrá sorpresas, ya que las listas no son de goma, y los pretendientes de ingresar al Olimpo de la comodidad de las estructuras públicas son un conjunto de tribus políticas muy deseosas de terminar en el lugar de primus interpares.
El otro desafío —nada menor— es cómo se configurará la boleta local. Por ejemplo, si se da la famosa V que permitiría, en una misma boleta, llevar a los dos candidatos a gobernador, o no. Otra opción, es que Santilli se baje de su postulación, y el tema se resuelva sin mayores costos.