Así dice, en sencillo y magistralmente, una estrofa de la canción “Alto el fuego” del poeta cantautor uruguayo Jorge Drexler, marcando el sentido común, ese que tan ausente está en medio del escenario que genera la pandemia de coronavirus en nuestro país.
Es obvio que las autoridades no podían prever la pandemia. Está claro que, ante la emergencia, actuaron desde su ideología prevalente tal como Lev Davídovich Bronstein, quien aprendió de su carcelero en la prisión de Odessa, hasta el punto de adoptar su nombre y terminar siendo conocido como León Trotsky. El carcelero, le espetó al líder militar de la revolución de octubre: “A la gente sólo se le puede controlar con el miedo. El miedo está en los cimientos de cualquier orden”.
Fue el miedo el instrumento desde la hora cero de la cuarentena eterna, en la que el poder político ha cercenado libertades individuales, devastando la economía a extremos que pagaremos por largo tiempo. En Mar del Plata, el intendente Guillermo Montenegro se sumó a la cruzada del miedo. Tal como dice el tweet de un exégeta vernáculo —que hoy se encuentra pasando sus días en Valencia, España—: “Guillermo Montenegro fue el primero en suspender las clases, medida que el presidente Alberto Fernández tomo 72 horas después”. La cita a las bondades dirigenciales del intendente se extiende a cada medida de coerción de las libertades que se han dado en General Pueyrredón.
La devastación económica de la ciudad, el aniquilamiento del año lectivo, el estado de destrucción edilicia, y el retroceso institucional en la relación con el sector docente, es brutal. Pero es en el plano de la preparación para enfrentar el Covid-19 en donde se da el mayor escenario de incapacidad: en el momento clave, la ciudad enfrenta una miríada de casos que son el fruto de la falta de integración entre los actores públicos prestadores de salud.
Nada de lo que se anunció en materia de respuesta a la pandemia está operativo como corresponde porque no se generó un accionar unificado, lo cual dependía exclusivamente de tener decisión política. Se anunció el área Covid en el Houssay y el hospital modular adosado al HIGA como factores clave para enfrentar la pandemia. Lo revelado en la 99.9 en palabras del viudo de la enfermera Mariana Marianengeli, es atroz. Nadie se ocupó. Trabajaban sin protocolo, y la dejaron ocho días a su suerte cuando estaba volando de fiebre. El hospital modular, inaugurado en video conferencia, sólo sirvió para mostrar la íntima relación entre Montenegro y Alberto Fernández.
El hospital modular está equipado debidamente. Su punto flojo, es que no hay internistas formados en terapia intensiva para darle el servicio de modo acorde a los padecientes. Tal como señalan los curules de AM, Mantero y Taccone: “El gobierno municipal debe coordinar las acciones para evitar el colapso. Desde allí, se debe asegurar una convergencia ordenada de los estamentos municipales, provinciales y nacionales. Esa es la condición necesaria para evitar la zozobra de vecinos y vecinas, de los trabajadores de la salud y del sistema prestacional considerado integralmente”.
Se subieron al tren equivocado, y van más lento que yendo a pie, diría Drexler.