Una vez más surgen en la ciudad temas que, por repetidos, lucen agotados. El fracaso sistemático en la política de cultura de la ciudad es uno de ellos. Asume ahora el tercer titular en el área en seis años, sin que haya ciertamente una política cultural. Leandro Laserna deja la concejalía para asumir en un área que, si por algo destaca, es por los escándalos: edificios derruidos, la Villa Victoria, la Biblioteca municipal, la extraña asociación “Amigos del Teatro Colón” y el misterioso robo de su caja de caudales, sumado a los corrillos que hablan a diario de situaciones irregulares y falta de competencia para mantener el mismo en condiciones aceptables.
El anuncio de la asunción de Laserna se dio, por supuesto, lleno de palabras, tal como es del estilo de Gustavo Arnaldo Pulti. El orate no se evitó perorar: “una persona de gestión con una formación como abogado pero que tiene una profunda sensibilidad cultural para ponerse al hombro los objetivos que tengan que ver con lo administrativo, nutridos de una experiencia artística e inserción popular como la de Luis Reales (…) Es el mejor camino de complementación que un hombre de gestión se nutra de un equipo como el que conforma la Secretaría”. Increíble. Años de desidia, abandono, falta de criterio, ¿lo va a resolver un abogado que posee la extraña característica de “ser sensible”?
Lo que ocurre en Cultura es como lo que ocurre en Salud y en Educación: la administración sirve para enriquecerse a título personal y nada más. O nada menos. El anuncio de la rebaja a los marplatenses del 25% en el precio de las entradas para el teatro en verano, difícilmente pueda ser considerado una política cultural. En todo caso, es un primer paso hacia una política que contenga a los locales en cuanto a acceder a la oferta de verano. Ninguna otra cosa.
Es de esperar que la otra vertiente del anuncio, la llegada de Luis Reales nuevamente a la conducción del Teatro Colón, no sea un anuncio fallido como ya lo fue en dos oportunidades. Reales, imbuido del espíritu de Perogrullo, aportó lo suyo: “Siento que vuelvo a la cancha. La Secretaría tiene una vida cotidiana más relacionada con lo administrativo, burocrático, una parte con la que no me sentí identificado, y el Colón me permite trabajar más con lo que es mi naturaleza”. Lo que queda pendiente es conocer si Reales va a devolver los salarios que percibió sin merecer, tal como señalé en mi columna de la tercera edición de este medio en 1997: “Corrupción no es sólo tomar el dinero o el bien de otro; es aceptar un dinero por un trabajo que no se hace”.
Luis Reales debería tomar nota de sus palabras. Ha confesado que jamás cumplió con su trabajo como debió. Tendría que devolver la parva de recursos públicos que se llevó al bolsillo en todo este tiempo -unos treinta y seis mil pesos por mes- por un trabajo que confesamente no hizo. Eso también lo estaremos esperando.