A días del inicio de un nuevo año, las situaciones de demérito que acumula la ciudad van en aumento. Lamentablemente. Resurge una vez más la polémica sobre la inseguridad que en Mar del Plata no deja a nadie indiferente. O sí: al intendente y a su partido, que no parecen advertir la gravedad de la situación.
A la acción de vecinos que se cobraron la vida de un abusador por apaleamiento, le siguió el turno de un joven de 17 años evadido del Centro de Contención de Batán y atrapado en la calle por vecinos de Colón y San Juan, en lo que el fiscal Yáñez Urrutia citó en la 99.9 como “un arresto civil”. Al silencio de la Fiscalía General, que cuando menos debió expresarse públicamente sobre las instancias de procedimiento que surgen del asesinato de en Belisario Roldán, ahora le acompaña el ídem del jefe departamental Ramón Negretti, quien, obvio es, no logra resolver la cobertura de las cuadrículas como se debe.
La falta de un programa de seguridad y la espantosa liviandad con que se conceden las libertades conjugan un escenario temible en el que ya campea la idea de la revancha por mano propia. Me niego a calificar el asesinato de Roberto Romero como un acto de justicia.
La pasión por el relato de nuestras autoridades hace que se deforme la realidad, pero sólo hasta un punto. La crónica enviada a los medios por las autoridades señalaba: “Un joven de 17 años, que se había fugado del Centro de Recepción de Menores de Batán el pasado octubre, fue recapturado el jueves luego de haber sido aprehendido por haber robado junto a otro muchacho un comercio en Colón y San Juan”. “Recapturado” lleva a la idea de una detención realizada por personal policial, y sin embargo, no fue lo que ocurrió, como bien explicó Yáñez Urrutia. Se trató de un arresto civil, u otro apaleamiento en progreso, que implicó que el joven sufriera la fractura de un brazo y contusiones varias. Es decir: lo estaban moliendo a patadas en el piso cuando llegó la policía a rescatarlo de la turba de vecinos.
Lo que está ocurriendo es gravísimo; no es una película de acción, es la vida misma. Y no es posible que la escuela zaffaronista/garanticida nos lleve a la ley de la selva, a la primigenia conducta del “ojo por ojo, diente por diente”. No es posible.
Es obvio que el poder político, que apaña estas conductas garanticidas del poder judicial, está empujando a la sociedad a la venganza por mano propia. Dijo el fiscal Yánez Urrutia: “No puede ser que estemos esperando que cometan otros delitos para poder recapturarlos. Esta situación me preocupa, desearía que haya más prevención”. La cita revela hasta qué punto la expresión “intensamente buscado” es sólo una expresión formal, vacía de contenido real.
Este año no trajo buenas noticias en la materia que más preocupa a todos, la seguridad. Y no las puede haber, con un jefe policial que ya envió al psiquiatra a ocho comisarios (sobre dieciséis), que no logra articular una actitud de servicio digna, y que a diario pierde numerarios por la forma espantosa, inhumana y disfuncional con la que ejerce su liderazgo. Eso sí, Negretti hace bien los deberes: se reúne semanalmente con el intendente GAP y sus acólitos, y ha sido certificado políticamente por el coordinador de (des)protección ciudadana César Ventimiglia, quien aseveró que Negretti está haciendo “un buen trabajo policial”. Declaración que suena, como mínimo, críptica, toda vez que no es posible establecer su veracidad confrontándola con la realidad.