Ni tan pacífica ni tan verde

Con sede central en Holanda,  posee franquicias en otros 42 países de los cinco continentes. Tiene cerca de tres millones de socios alrededor del mundo. Goza de ingresos anuales multimillonarios. Y carga con numerosas acusaciones por desvíos a cuentas en Suiza; ahí va parte de las donaciones que recauda.

Varios de sus directivos fueron acusados de estafa y otros vericuetos ilícitos. Es de las organizaciones más funcionales al sistema, que ella misma parece denunciar. Señoras y señores, con ustedes: Greenpeace.

 

¿Eco- combativa o funcional?

Con presencia en 43 países, casi tres millones de socios, ingresos anuales multimillonarios y escándalos mediáticos por sospechas de fraude, bien podríamos estar hablando de cualquier multinacional; pero no. Greenpeace no es cualquier multinacional, aunque posea todos los rasgos característicos.

En primer lugar, cuenta con la categoría de ONG, pero tampoco es una ONG cualquiera. A nivel mundial, Greenpeace se encuentra dentro de los organismos no gubernamentales más influyentes y con mayor presencia mediática. Sus socios  contribuyen mensualmente con las causas que tan fervientemente promueve. Pero además, Greenpeace Internacional percibe un 25% de los ingresos de las filiales del resto del mundo en concepto de “royalties”; es decir, simplemente por el uso de la marca.

Hasta aquí, pasa. Pero la contradicción grotesca e histérica de Greenpeace ha llegado a superar los niveles del hartazgo. Tanto es así, que en todo el mundo distintas personas y organizaciones independientes y grupos económicos critican duramente las campañas y acciones que lleva a cabo.

 

¿Donde están los eco-terroristas cuando se los necesita?

Si Greenpeace posee entre sus ejes de campaña el tema de los transgénicos, entonces, ¿por qué no vemos frente a Monsanto esos espectaculares despliegues que realizan contra Mattel, Zara, Grimoldi o Sarkany, para destruir su imagen pública?

Por otra parte, y siguiendo en la línea de los transgénicos, poco parece importarle a esta ONG que en Lavalle, provincia de Corrientes, un niño de 4 años haya muerto por la fumigación con agroquímicos de una plantación de tomates. Por este hecho fue procesado con carátula de “homicidio culposo” el empresario contrataba y tenía trabajando en negro al menor. Al parecer, la explotación infantil y la salud de las poblaciones que padecen todos los días las fumigaciones con agroquímicos (léase: “agrotóxicos”) no son lo suficientemente “verdes” para Greenpeace. Que sí declara entre sus valores tres principios aparentemente inquebrantables: Independencia, No-Violencia y Confrontación Pacífica.

 

Independencia, ¿de quién?

En su declaración de valores, esta empresa ambientalista asegura ser “una organización sin fines de lucro, independiente, que no acepta donaciones de gobiernos, empresas o partidos políticos”. Pero, ¿qué pasa si un individuo de los que más y mejor “aportan” a Greenpeace, pertenece a un grupo económico o fundación con intereses involucrados en los asuntos medioambientales?

Tal vez este detalle se les escapó a los ambientalistas de Greenpeace, que no tuvieron dilemas morales cuando la Turner Foundation (del mega magnate de los medios de Estados Unidos, Ted Turner) o que la Rockefeller Brothers Fund, entre otras, realizaron donaciones por varios años. ¿Será que el fin justifica los medios?

 

No-violencia

Considero que si Henry D. Thoreau, León Tolstoi o el mismo Gandhi hubieran leído que Greenpeace se autoproclama propulsor de la manifestación no violenta, su indignación hubiese sido tal que 40 días de ayuno y encarcelamiento voluntario no hubieran bastado. ¿Cuál es la definición de “violencia” que utiliza esta ONG? ¿No es violento defender el impenetrable chaqueño por su flora y fauna, sin dudas invaluables, sin siquiera tener en cuenta a los pueblos originarios seriamente en peligro que también habitan ahí? Probablemente, para los Wichís y los Tobas del Impenetrable Chaqueño, no haber estado en la negociación entre Capitanich y los representantes de Greenpeace fue una forma de violencia. La violencia propia de la discriminación pura y dura.

En la resolución de la campaña “El Impenetrable sin topadoras” propulsada por esta ONG, de los siete requisitos que se impusieron para la aprobación de aprovechamientos silvopastoriles, ninguno considera las costumbres y ni la cultura de los pueblos originarios del lugar. La discriminación es violencia. En Chaco, en toda la Argentina o en cualquiera de los 42 países donde Greenpeace ostenta presencia.  Pese a quien le pese, las cuestiones medioambientales no pueden disociarse de los aspectos culturales de una sociedad. Y no es coherente pretender conservar el medio natural desentendiéndose de los problemas de las personas en situación de vulnerabilidad.

 

Confrontación pacífica

A lo que se podría agregar “superficial”, “sensacionalista” y “tendenciosa”. Y es que Greenpeace le es tan funcional al sistema, que utiliza las mismas técnicas publicitarias, de marketing y relaciones públicas de cualquier empresa privada.

Un ejemplo de esto son esas campañas que procuran “Parar el cambio Climático”. Además de carecer de rigor científico, llegando incluso a inventar o inflar datos con el fin de conseguir mayores donaciones, no dan lugar a especialistas en el tema para poder corregir esos los informes que redacta con un ingenio e una inventiva que hasta el propio Stephen King envidiaría.

Esto, gracias a las técnicas que emplea. Más cerca de Goebbels que de Gandhi, no da lugar a una confrontación pacífica entre lo que expone y la opinión de científicos o especialistas. Es que no estar “de acuerdo” con lo denunciado por Greenpeace es estar subvencionado por una petrolera, minera u alguna otra organización poco carismática para la opinión pública.

Así, mediante videos ingeniosos pero faltos de contenidos, spots muy llamativos, publicidad no convencional en calles y edificios públicos, personajes mediáticos y todo un arsenal de estrategias creativas que tapan el vacío conceptual y de conocimiento real sobre la problemática medioambiental, Greenpeace llegó a ser hoy una de las organizaciones no gubernamentales más influyentes y poderosas del mundo.

 

Al rescate del ambientalismo

Es cierto que Greenpeace tiene en su haber grandes logros a favor del medioambiente. Y que sus fundadores la crearon en 1971 con el noble propósito de detener  las pruebas nucleares que Estados Unidos planeaba desplegar en Amchitka, una isla de Alaska. También es cierto que con el correr de los años, y gracias a dirigentes corruptos, ya no merece ser considerada como una organización altruista. A estas alturas, es una empresa con fines comerciales que, de vez en vez, salva alguna ballena.