Todo comenzó, en su momento, con los ataques al balneario «Luna Roja». Allí se armaron, y probaron la resistencia de los poderes institucionales. Se llevaron por delante a los concesionarios y a los funcionarios, hasta que un fiscal los puso en su lugar y determinó que sus alegatos —siempre referidos al medioambiente— no tenían sustento: no había ningún daño ambiental, ni ningún «ecocidio».
Luego, fueron por el Club de Mar, utilizando el mismo esquema: intrusión, pintadas, destrozos y alegando supuestos incumplimientos que llevan —en su relato— a la destrucción del prístino paisaje costero, motivada por viles ambiciones materiales. Siempre, por supuesto, disfrazados de «asamblea».
Hay que señalar en este punto que la cobardía, tanto de los concesionarios, como de los funcionarios, se las hizo más fácil. Más aún: llegaron hasta cooptar la imaginación de algunos actores públicos que alababan la supuesta inteligencia del líder de la manada, de extraño nombre: Kanki. Tan extraño, que parece más bien un nom de guerre.
Otra cuestión que se las hizo más fácil, es el hecho de que no han tenido que pagar ningún costo por el daño que hacen, ni material, ni judicial: jamás han tenido que pagar un solo peso como consecuencia de sus trapacerías denunciantes. Al menos, hasta ahora.
Kanki Alonso es un denunciante serial, que suele usar a sus propios hijos como excusa para sus cruzadas: los nombres de Uma y Huayno Alonso suelen aparecer en sus presentaciones judiciales de variopintos motivos. Pueden ser para que se impida el uso del trigo transgénico HB4, resistente a la sequía, o una serie de festivales musicales en las playas de Chapadmalal.
Ya el hecho de usar a sus hijos, exponiéndolos en textos legales, merecería un par de preguntas. Ahora, su raíd de denuncias chocó contra el temperamento del titular de la concesión Casapampa Playa quien —tal como hemos referido en este medio—, los denunció penalmente. Pero no sólo eso: les advirtió que va a ir por su patrimonio, buscando resarcimiento por los daños que causaron.
Se torna interesante saber que el día jueves 19 de enero la justicia en lo contencioso administrativo determinó que la denuncia —presentada en nombre de Uma y Huayno— fue rechazada de plano por su «ausencia de verosimilitud». Es lo que dice el texto, en cuidadoso lenguaje jurídico. En argentino básico, la presentación es mendaz. Ergo: que lo sostenido en la denuncia, que vendría ser algo así como que la presentación de uno o varios DJ internacionales de 18 a 0 hs en las playas del sur podrían implicar un peligro u afectación de la vida presente y futura de los niños, no es real. Como tampoco existía peligro alguno a raíz de las actividades de las otras unidades turísticas fiscales que fueron sistemáticamente atacadas por este grupo en supuesta defensa de los derechos de las generaciones futuras.
Existe otro hecho vinculado a esta situación, el cual bancó —en soledad política— el titular del EMTUR: Bernardo Martín, harto de estar harto de los aprietes, les envió una carta documento a los líderes de esta denominada «Asamblea Siempre Verde» —que son los mismos que los de la «Asamblea Luna Roja», etc—. Toda una lección para un funcionariado que admite demasiado —en muchos casos, a raíz de su propia falta de capacidad—.
Es simple: sólo se trata de hacer lo que se debe hacer, en nombre del interés general.