Como en una matrioshka, las muñecas rusas que cuando uno las abre, halla otra figura igual pero más pequeña, la crisis desatada por el COVID-19 esconde en su interior otras crisis, otros espantos.
En el caso argentino, la matrioshka COVID-19 oculta una crisis económica, que dentro tiene otra de tipo institucional, y así hasta el infinito.
En el plano local no ha sido mejor. La crisis del coronavirus ha dado lugar a un personalismo absurdo, que pone en el primer plano al intendente con un mensaje que hace énfasis en que “Montenegro nos cuida”. Así, la pandemia permite ocultar en sus pliegues, a través de un mensaje feroz del poder en la ciudad, la incapacidad de la gestión actual en el plano de la seguridad, que está en crisis en General Pueyrredón, tal como la muerte de Claudia Repetto a manos de su ex pareja Ricardo Rodríguez expone terriblemente.
El 8 de enero de 2019 era asesinada en la vía pública, en la parada de micros de Alberti entre Las Heras y Lamadrid, Gisel Romina Varela de 33 años. Era agente de la policía local. Su asesino fue su ex pareja, Sergio Cejas, quien huyó del lugar en su propio vehículo.
A Cejas lo detuvieron una hora después en Miramar. El poder ubicarlo tan rápidamente se debió a dos factores: Varela había denunciado a Cejas ante la justicia por lo que la víctima llevaba en su bolso la orden de restricción de acercamiento, con lo cual Cejas fue desde el minuto cero el principal sospechoso. El segundo factor, el que hizo la diferencia, fue el trabajo que rápidamente lideró Marcelo Lencina desde el COM. Esta acción permitió, a través de las cámaras de seguridad del municipio, seguir el tránsito de Sergio Cejas desde Alberti y Las Heras hasta la última cámara ubicada en General Pueyrredón en el paraje conocido como “Las macetas”. A menos de 500 metros de ese punto, sobre la ruta 11, en la zona de Acantilados, fue donde Rodríguez enterró a Claudia Repetto.
Hay un abismo entre la probidad de las acciones realizadas desde el COM en el crimen que se llevó la vida de Gisel Romina Varela, y la ausencia absoluta del mismo en el esclarecimiento del asesinato de Claudia Repetto.
Ricardo Rodríguez atravesó, desde la calle Don Orione hasta el punto conocido como “Las macetas” en la ruta 11, trece cámaras de seguridad. Si las autoridades municipales que trabajan desde el COM —en donde Montenegro constituyó su despacho— hubieran trabajado como se hizo en 2019, la familia de Repetto no hubiera pasado el vía crucis que le tocó atravesar.
Distraídos por el impacto emocional de la pandemia de coronavirus, los medios locales parecen no advertir el fracaso inmenso que es la política de seguridad el intendente que decía en 2019, en plena campaña, “voy a ponerme al frente de la seguridad de nuestra ciudad porque sé cómo hacerlo”, y que también aseguró que “la coordinación entre las fuerzas es fundamental para resolver los problemas vinculados a la inseguridad y para eso, el intendente tiene que tener un rol protagónico”.
A la familia Repetto no le dio nada de eso que anunciaba: ni saber, ni coordinación, ni respeto.