La semana que concluye dejó, en la manzana de las sombras y en el proyectado sobre los sectores de la comunidad preocupados por la cosa pública, el regusto amargo de los títulos que indicaban una abdicación del intendente Carlos Fernando Arroyo ante Florencio Aldrey Iglesias. Quienes publicaron al respecto señalaban que la fuente era nada menos que Guillermo Arroyo, hijo del intendente y concejal por la coalición Cambiemos. Al compás de tal rumor, hubo quienes vibraron por la manifestación de poder que haría verdad una vez más la cita atribuida al brigantino galaico que señala que hay dos veredas en el Hermitage: una para apoyar las manos, y otra para arrodillarse. La cita corrió, como era de esperar, por las redes a la velocidad del tipear de los deditos de cuanto estúpido cree que participando del cotilleo general actúa haciendo política y siendo parte de la “gente que sabe”. Esto no es política: es estupidez. Simplemente.
Guillermo Arroyo se escondió, literalmente, luego de esta situación. Le hice llegar a través de dos secretarios de gobierno un pedido expreso para que diera su versión, pero debo decir, con enorme decepción, que al cerrar de estas líneas, Arroyo hijo mantiene su celular apagado y no ha expresado una frase sobre la especie. Entiendo que su ataque de ira tiene que ver con la designación de Gustavo Blanco como coordinador de Gabinete, lo cual decidió su padre, a la sazón el Intendente municipal. Y el rumor que desató tiene que ver con la fantasía maliciosa de muchos de que a Arroyo lo derribe uno propio, el más propio de todos.
Insisto: eso no es política, es estupidez. El economista Italiano Carlo Cipolla, en su paper Allegro ma non troppo, publicado en 1988, detalló las cuestiones básicas de la estupidez. Señala cinco aspectos cruciales, caracterizando su fuerza como la más destructiva. El primer aspecto es que siempre e inexorablemente subestimamos la cantidad de estúpidos que hay en circulación. Segundo: la probabilidad de que la persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de personalidad de ese individuo. Tercera ley de la estupidez humana (regla de oro): estúpido es quien causa daño a otra persona o grupo de personas sin obtener provecho para sí, o incluso obteniendo perjuicio -la difusión de una reunión que jamás existió encaja en esta regla de oro absolutamente-. La cuarta ley fundamental de la estupidez humana indica que los no estúpidos subestiman la capacidad de hacer daño de los estúpidos: en concreto, los no estúpidos olvidan constantemente que en cualquier momento y lugar y bajo cualquier circunstancia, tratar con estúpidos supone un costosísimo error. Y finalmente, la quinta ley apunta a que el estúpido es el ser más peligroso que existe: es infinitamente más peligroso que el malvado.
Los estudios de Cipolla revelaron que la proporción de estúpidos es literalmente pareja en su representación social, independientemente del grupo al que pertenezcan. En política suelen destacar, más por el grado de exposición al que están sometidos. No es la política; es la estupidez.