No es un destino obligado

Si escuchamos a los actores de la industria pesquera y a los trabajadores, hay un colapso definitivo en ciernes para el sector. Armadores, estibadores, trabajadores en planta y frigoríficos que no cuentan con barcos  propios recitan un mismo mantra: el final está a sólo a un lance de red.

O hay cambios profundos para el sector, o el quiebre es total. El daño a la región será profundo, extendido social y económicamente.

Todo comenzó con la caída internacional del precio de la merluza hubssi a finales de la década del ’90, a manos de una literal invasión de “pescado blanco” proveniente de mercados asiáticos. No es lo único, ya que la industria conservera atraviesa también una crisis de proporciones que, cuando menos, data de inicios de este siglo. Es casi un milagro que aún haya algo que se llame sector pesquero en estas condiciones. En 2015, en la 99.9, Alejandro Pennisi señalaba: “nos han dado la razón nación y provincia, pero no hay respuesta ni soluciones”.

Hoy se repiten como un mantra las mismas cuitas y los mismos reclamos, a los que nadie da respuestas. En parte, porque éstas deben provenir de un universo mucho más amplio que aquel al que pertenece la queja. El precio internacional de la merluza hubssi cayó brutalmente por una razón central: la competencia de pescado blanco proveniente de Asia. Tres especies destacan: parga, tilapia, y parca del Nilo, cuestionadas por su bajo valor nutricional y los riesgos a la salud que implica su consumo, en particular la parga, un pez de agua dulce que se pesca en las híper contaminadas aguas del Mekong.

El pescado blanco de Asia no puede competir con la pesquería del Atlántico Sud por razones alimentarias, valoradas hoy en todos los mercados internacionales. Expertos en alimentos y nutrición en España —uno de los principales mercados de Argentina— señalan al respecto de las especies citadas que su consumo debe moderarse, principalmente porque contienen mayores cantidades de metales pesados (mercurio, cadmio, arsénico o plomo) y de otros contaminantes (como las dioxinas). Así mismo, estudios de calidad y sostenibilidad indican que contienen, en general, menos cantidad de ácidos grasos esenciales —como los omega 3— y un menor porcentaje de proteínas.

¿Cuál es la sinergia entre la situación que impacta hoy en el puerto de Mar del Plata, la elaboración en tierra al borde del colapso, y esta situación que retrajo la pesquería tradicional? La falta de políticas concertadas, que van más allá del valor del gas oíl, del costo de la mano de obra, o de la brutal carga impositiva, que son problemas sistémicos de la economía argentina.

Urge una mirada alejada del provincianismo con el que se trata el tema. Hay que permitir que se desarrolle un marco de recuperación del mercado, el cual es esencial para la sostenibilidad de la actividad pesquera de la ciudad. Asociar la ciencia presente en la ciudad, el interés empresario y sindical, liderados —necesariamente— por la dirigencia política, debería ser un camino sensato, urgente, y necesario.