Ojo por ojo

Lo que ocurre a diario ya supera las peores expectativas que se pudieron haber planteado como escenario hace una década en nuestra ciudad. Hay un estado de violencia cotidiana que se intenta ocultar manipulando información, dando a conocer encuestas que increíblemente reflejan un estado de beatitud en la población veraneante que alega “sentirse segura”. Por favor.

Para dejar en foco la cuestión, que no es caprichosa, o ideológica: Vicente Fabián Saleb, de 44 años, murió atropellado en la calle, en una causa bajo investigación caratulada “homicidio simple con agravante por correr una picada en la vía pública”. Dos soberbios tarados de 21 y 23 años llamados Alejandro Galván y Cristian Colaneri, respectivamente, son los responsables de esta salvajada, que aunque les dieran los 25 años de máxima que propone la ley, no pagarán por esta vida joven de un hombre de familia padre de dos hijos.

Sin duda, habrá otra estrella amarilla, esta vez en la intersección de Juramento y Juan B. Justo. Pero hay más. En un derrotero que no parece tener fin, esta semana fue asesinado por apuñalamiento un remisero de 41 años, Marcelo Agüero, luego de una discusión en 188 y Colón. Horas antes, un chofer de Transportes 25 de Mayo había sido rociado con combustible y soportó una balacera de 5 disparos sobre su persona por no tener dinero para satisfacer a sus atacantes.

Se multiplican a diario los llamados y correos de lectores que denuncian “zonas liberadas”. En unas horas, un operativo en vía pública realizado por personal de la Comisaría Sexta, en el barrio Libertad, arrojó como saldo 20 motos secuestradas, dos de ellas con motor adulterado y otra con pedido de secuestro. También hubo dos detenidos con drogas y se recuperó un auto de alta gama.

La fiscal Andrea Gómez habla de “zonas calientes” en donde, literalmente, impera la ley del más fuerte. La falta de respuesta de los órganos del Estado está llevando a la ley de la selva, al ojo por ojo y diente por diente, que significa claramente un retroceso de 3.376 años. No es una cifra al voleo: en el 1760 antes de la era cristiana, Hammurabi, rey de Babilonia, creo un códice que elevó la condición social de su reino imponiendo la ley administrada por el Estado para que “la causa de la justicia prevalezca en el mundo, para destruir al malvado y al perverso”. Ese códice describía una guía de procedimientos legales, imposición de penas por acusaciones injustificadas, falso testimonio y errores judiciales. Los artículos sobre daños personales indican que ya en aquellos tiempos existían penas por práctica médica incorrecta, por ejemplo, así como por daños causados por negligencia en actividades diversas.

Entonces, no hay nada nuevo, pero es claro que miles de años no han enseñado nada, o no han provocado la necesidad de aprender a aplicar respuestas nuevas a problemas históricos.

La cultura garanticida creada por Eugenio Zaffaroni ha inficionado el pensamiento legal sobre garantías y derechos, creando una nueva categoría pseudo legal, “las víctimas del sistema”, y abandonado al que, como citaba ya Hammurabi, era vejado por el malvado y el perverso. Si de Hammurabi para acá no hemos podido hacer nada concreto para proteger a las auténticas víctimas, con equidad y garantías para todos los involucrados, algo está auténtica y definitivamente mal.