Acoso y derribo

No pudieron hacerlo caer en los dos primeros años de gestión. Entonces iniciaron un camino extraño: traer a Mar del Plata a un señor que hace un año proclamaba su amor por San Isidro y, cual Groucho Marx del vecinalismo, se dijo a sí mismo que amaba San Isidro, pero que en todo caso también podía amar a Mar del Plata