Así como consiguió recursos monetarios sobre la sangre derramada de los taxistas Javier Zampino y Luis Severiens sin hacerse cargo de nada, ante otra ejecución cometida por criminales que asuelan nuestra comunidad y nuestra vida, el intendente Gustavo Arnaldo Pulti recibió a los familiares del comerciante recientemente asesinado, Néstor La Bella, y soltó: “No puede ser que todos sepamos dónde se vende droga y no se avance en investigaciones que apunten a desbaratar bandas”. Ups: Pulti acepta en público que sabe dónde se vende droga.
Hizo la afirmación en primera persona del singular: “Que todos sepamos”. Me queda claro que es una afirmación de Perogrullo, otro “acting” propio de alguien que hace de no hacerse cargo de los problemas toda una política.
Pulti señaló a los presentes que no cuenta conun gabinete de investigación criminal. En cambio tiene un funcionario que percibe importantes emolumentos públicos a cargo de un área sensible; César Ventimiglia es coordinador del Programa de Protección Ciudadana, tiene funciones ligadas a la seguridad y al trabajo junto a las fuerzas policiales, ONGs y asociaciones vecinales. Ese rol debería cubrir el reclamo de Pulti en su descargo ante parientes y vecinos de La Bella. Cuando remarcó la necesidad de que existan mayores controles por parte de las fiscalías sobre el accionar de la fuerza policial -algo que debería funcionar de forma aceitada para equilibrar y optimizar el trabajo de ambos sectores en la prevención y la represión del delito-, obvió hacerse cargo institucionalmente de estas responsabilidades. La parrafada fue profusamente citada por los medios de corte y pegue de esta comunidad, claro.
Néstor La Bella, de 45 años, fue ejecutado ante los ojos de su hijo de 15, quien con anterioridad había sufrido ataques varios por parte de delincuentes en distintas ocasiones en los últimos seis meses. Esta familia martirizada por una criminalidad desbordada sólo recibió de parte de la máxima autoridad ejecutiva municipal excusas patéticas.
Si se mira lo que ha ocurrido en estos años en Mar del Plata, es evidente que Pulti puede, si quiere, empujar políticas concretas. Lo ha hecho con la cartelería en la vía pública, con el orden en las fruterías, o el transporte público de pasajeros. La vida de los vecinos no le interesa. No es una especulación, sino un dato que se desprende de la sencilla observación de la realidad.
Esta semana concluye a toda farsa. La llegada de la Fragata Libertad a nuestro puerto dejó, entre otras cuestiones, una nueva invasión de adictos a mendrugo vil que vandalizaron a su paso amplios sectores de la ciudad. Un Pulti ausente de tremendo demérito para la vida ciudadana, que en momento alguno se prestó a atender la sensibilidad del vecino ante semejante avasallamiento, celebró a carcajada alzada todo lo ocurrido, que poco y nada tiene que ver con la patria y los sentimientos que esa idea/noción despierta en cada uno.
Hay por estos días funcionando en la ciudad cuando menos dos bandas criminales que actúan ingresando por la fuerza en las viviendas. En las últimas semanas han cometido una serie de hechos calcados unos a otros: entran de a tres o cuatro, tienen equipos de comunicaciones para coordinar sus ataques, lo hacen a cara descubierta y están provistos de inteligencia en su accionar. No hay reacción. No hay acción para acotar este flagelo que no sólo se lleva patrimonios.