Esta semana algo quedó en claro que la distancia entre el relato y los hechos es abismal. Martín Isaurralde, intendente de Lomas de Zamora, pasó por la ciudad en su cabalgata de campaña, hablando maravillas de lo que ocurre en esta comunidad. Isaurralde apuntó que la ciudad estaba colmada de argentinos felices que, a su vez, la colman de felicidad. Se cuidó muy bien de hablar sobre el récord de desocupación que ostentamos, flagelo que está instalado entre nosotros desde los noventa; también de la creciente población carcelaria, que resume el principal motivo de preocupación de los marplatenses, la inseguridad. Hemos arribado a una cifra sin precedentes de muertos en treinta días (7), y el esclarecimiento sobre el accionar de una banda de secuestradores deja como corolario, por el hermetismo con que se ha manejado la información, un resultado plagado de dudas. Es que la modalidad de generar información controlada ya no se limita a los actores políticos, o a las estructuras públicas: distintos actores jurisdiccionales como las fuerzas de seguridad, las fiscalías, generan a diario información que se corta y se pega sin análisis de ningún tipo.
De todos modos, el apoyo es para la lista de Gustavo Arnaldo Pulti, que subió a un mismo escenario a Daniel Scioli y a Martín Isaurralde, y coqueteó tonta y torpemente con la Presidenta, soñando que en las playas de Mar del Plata se bañará el nieto recién nacido, Néstor Iván, “en el mar más sano de la Argentina”.
Gustavo Arnaldo es bovarista hasta el tuétano. Siempre se ve y se cree más que nadie, más que cualquier otro. Nada es simple viniendo de su persona, todo adquiere un rasgo grandilocuente. Tan grandilocuente que no puede aceptar que la lista de Vilma Baragiola lleve el nombre “Radicalismo marplatense”. Se opone pataleando como niño ante la Justicia electoral: pretende que el término “marplatense” le pertenece con exclusividad, y sólo lo puede usar él. O el partido al que -por ahora- pertenece.
La situación de GAP no es cómoda, más allá de las apariencias mediáticas. Viene complicado: su candidato a primer concejal es un auténtico desconocido, sin carisma. Alejandro Ferro es más bien agreta, y en los barrios denominados periféricos, que padecen la desgestión municipal en salud, difícil que el relato se imponga a la realidad.
El acto con toda “la carne en el asador” pone de relieve lo que está en juego: todos van a comer del postre que había armado Pulti con AM. Su base electoral era conservadora. La suma -en este caso, la política- no había restado, en una unión que involucraba a quienes habían militado y votado a la UCeDé y al MID respectivamente; su base conservadora se había acrecentado aún más con la incorporación de Juan Anastasia, quien integra una de las familias del socialismo democrático.
Pero nadie de esa base social y política soporta al “kirchnerismo/cristinismo”, y menos aún cuando la lista integra a una representante de “La Cámpora”, Marina Santoro, originaria de Lanús.
Lo que surge, entonce, es una pregunta: de la defección que implica el cambio de posicionamiento político, ¿quién o quiénes se van a llevar esos votos? Interrogante al que hay que sumarle el hecho de que la corrupción municipal ya es un tema en la agenda de la gente en la ciudad.
Nada parece fácil de aquí a la cita electoral de agosto, que sin duda marcará el rumbo electoral de cara a octubre y la renovación legislativa. Esta elección dejará la mejor y más clara encuesta de qué efectivamente busca -y por tanto elige- el ciudadano de a pie. Será de ver. Y creer.