Sobre fugas y ausencias

Los medios abordaron el tema bajo un mismo rótulo que devino título: “Se fuga peligroso delincuente del penal de Batán”. Una vez más, Jonatan Maldonado, (a) “el Tona”, se fugó, ante el estupor de una sociedad que no alcanza comprender la dimensión de lo que ocurre en los pliegues de la administración provincial con el manejo de los denominados “menores en conflicto con la ley penal”. Maldonado había sido trasladado al HIGA por lesiones sufridas, así se sostiene, en una pelea con otros internos. Se arrojó desde un segundo piso, y huyó sin más.

Esta huida es la segunda ocurrida en relación a criminales menores de edad en Mar del Plata. Han pasado ya más de dos meses desde que se fugara espectacularmente Kevin Córdoba, asesino de Fabián La Bella, sin que se haya producido ningún resultado en cuanto a su aprehensión. Córdoba se fugó cuando era trasladado desde el instituto Almafuerte, asistido por cómplices que atacaron el transporte en el que lo desplazaban. Tanto el juzgado de menores como la fiscalía actuantes dijeron desconocer el motivo del traslado.
Fugas que están plagadas de interrogantes. Fugas que ponen aún en mayor riesgo a una sociedad que, víctima a víctima, por momentos parece adormecida y resignada. Hasta que estalla la venganza por mano propia, como está sucediendo con alarmante asiduidad.
El asesinato del taxista Guillermo Voix trajo una nueva ronda de más de lo mismo. Esta semana, en su edición del viernes paado, el diario La Capital le mentía a sus lectores al señalar que “se recreará el comando de patrullas, que contará con 800 policías y 100 vehículos”. Otra mentira, una más sobre la sangre derramada, igual a la que se anunció en 2008, de la colocación de GPS en los patrulleros policiales en General Pueyrredón, que hoy por falta de pago a la compañía que presta el servicio, están inactivos.
También queda claro que el sistema de cámaras de seguridad que depende de la comuna no sirve al propósito buscado. Nunca las imágenes han podido ser utilizadas para esclarecer crimen o hecho alguno. O están mal colocadas, o el personal de monitoreo no es idóneo; lo cierto es que no se pueden emplear en materia de investigación.
En las horas inmediatas al asesinato de Voix, vimos la marcha de taxistas enardecidos clamando por justicia. Cuando a seis años del asesinato de Luis Severiens aún no hay castigo y condena a culpable alguno, los hechos vuelven a repetirse. Voix es el asesinado número 23 de lo que va de este cruel año 2014. En reciente encuesta, realizada una semana antes de este resonante crimen, la inseguridad volvió a ocupar el primer puesto en materia de atención de los marplatenses: 83% de los consultados ubicaron a la inseguridad por encima de trabajo, precios o corrupción.
Pero no hay caso: todo lo que obtenemos es maquillaje y excusas. Excusas como las que brotan de la boca del fiscal general Fabián Uriel Fernández Garello, cuando al salir de una de la multitudinarias reuniones de la semana pasada expresó: “Se advierte una violencia diferente (¿?), incrementada”, y aceptó como razonable que haya detenidos ya en la calle a una semana o menos de haber sido arrestados, porque así lo marca la ley.
Un recorrido por la cobertura de los asesinatos ocurridos en la ciudad y que crearon conmoción pública, revela siempre el mismo escenario de violencia institucional, esa que se define como de arriba hacia abajo: buscar en el otro la responsabilidad y no hacerse cargo de nada. La vida va, las muertes se suceden.