Desde la hora cero el intendente Carlos Fernando Arroyo había planteado que, en tanto él ocupara el lugar de jefe político administrativo de la ciudad, UBER no sería admitido legalmente en General Pueyrredón. El día viernes 24 de enero, por primera vez en este tiempo, el concejo deliberante debió a regañadientes alinearse al ejecutivo y votar una ordenanza con severas multas para quien busque transportar personas u objetos sin la debida autorización, utilice o no una APP.
No es un tema simple. Al tiempo que UBER lanzaba su desafío en Mar del Plata en plena temporada alta, taxistas de Madrid y Barcelona cortaban las calles, se enfrentaban a la autoridad con violencia e imponían condiciones, como ya ha ocurrido también en Cataluña. Australia —ese país que soñamos ser— cambió su legislación ante el fenómeno UBER y eliminó la norma que regulaba a taxis y servicios de elite de transportación, pagando a los titulares de licencia de taxi un rescate por la misma, y dejando a todo el sector en pie de igualdad.
Contrariamente a lo que, por caso, cree el legislador de Cambiemos Guillermo Castello, orgulloso primer pasajero de un transportador ilegal (UBER), la política de Arroyo está en línea con la que lleva adelante el alcalde demócrata de New York, Bill De Blasio. El 9 de agosto de 2018, la alcaidía de la Gran Manzana aprobó una legislación que puso límite a servicios como UBER, señalando: “Nuestra ciudad se enfrenta directamente a una crisis que está llevando a los neoyorquinos trabajadores a la pobreza y nuestras calles a un estancamiento. El crecimiento sin control de las compañías de vehículos de alquiler exigía una actuación, y ahora ya está aquí. Más de 100.000 trabajadores y sus familias verán un beneficio inmediato de esta legislación”.
Esta decisión política fue la primera en una gran ciudad a nivel global y fue apurada por una seguidilla de hechos que llevaron el impacto causado por UBER a las primeras planas. El 30 de mayo de 2018, la alianza de trabajadores de taxis y limusinas de NYC reportaba la muerte de cinco de sus trabajadores por suicidio, producto de la desesperación económica agravada por la competencia de este tipo de servicios. Un estudio de la universidad de Berkley determinó que el 85% de los conductores que trabajan en el sistema de la APP ganan tan poco, que califican para el servicio de Medicaid, el seguro médico estadounidense para ciudadanos de bajos recursos. Un 20% de ellos están incluso en condiciones de recibir cupones gubernamentales por alimentos para poder sobrevivir.
El diputado Castello, autor de la charada “soy el primer pasajero de UBER”, calificó al intendente de atrasar y no haber ingresado al Siglo XXI. Da la impresión, por lo que está ocurriendo en el mundo, y en particular en la ciudad madre del sistema y símbolo del capitalismo mundial, que es el propio Castello quien atrasa mal y no sabe a ciencia cierta de qué se trata lo que ocurre. El hombre del piloto, celebrado por taxistas y remiseros, se alineó con su proceder a su par de la ciudad ícono del mundo. New York, entre otras cosas, vive del turismo. Para Castello y los que, como Castello, creen que sólo por venir de fuera todo es mejor, y sólo se trata de copiar, destaco que 44 millones de turistas eligen la Gran Manzana cada año en sus viajes por placer o negocios. Allí mismo, en donde UBER está regulado, y su vigencia severamente cuestionada.