Un estado de anomia que lo atraviesa todo

A diario vemos ejemplos, desde lo más alto de las responsabilidades públicas, que expresan lo negativo: un presidente que se abraza con los terroristas en la Patagonia, un ministro de Economía que cambia de discurso todos los días, o medidas económicas que agigantan la corrupción.

¿Eso es todo? No, pero es lo que más se advierte. Hay más, y ya parece naturalizado. Por ejemplo, está naturalizado que ciertos individuos que se identifican como hinchas de Alvarado o de Aldosivi enchastren la ciudad, ya sean paredones, frentes, o postes de energía o luminaria pública. Marcan el territorio como perros orinando por los rincones así, primitivamente, a vista y paciencia de la dirigencia de ambas instituciones deportivas o —peor aún— de las autoridades municipales: nuestros vecinos venidos de la gran metrópoli que ejercen los cargos de conducción en esta ciudad lo aceptan, como parte de status quo. Y el status quo no se toca, aún cuando viola leyes y ordenanzas.

En el último cruce de estos termo sapiens por un «quitame de aquí este poste» se dio una situación que bien podría haber provocado el fin de una vida: mientras los primates huían a los tiros de la persecución de un vecino al que le balearon la camioneta, quiso el destino que una mujer que pasaba por allí en bicicleta ligara un tiro en la espalda.

Es todo tan burdo, que los tipos —con la anuencia de los dirigentes, y del funcionariado local— hacen de esta práctica tribal un sinsentido al que sólo ellos le encuentran razón. Las divisiones de los termo sapiens de ambos clubes —anche Peñarol y Quilmes— se sienten por fuera de lo que marcan la ley y el orden. Y tienen razón, porque les han otorgado, de facto, impunidad.

La crónica elaborada en la departamental —y puntillosamente replicada por la cadena de corte y pegue— dice: «todo inició en el cruce de Génova y Peralta Ramos, donde dos de los sujetos pintaron de azul y blanco un poste de luz que tenía los colores amarillo y verde de Aldosivi. Acto seguido, pasaron por el frente de una casa y efectuaron detonaciones». ¿Efectuaron detonaciones? Disparos de arma de fuego, quizá.

Sigue la cita, tan organizada discursivamente: «uno de los balazos impactó sobre un vehículo estacionado en la esquina. En ese momento, un hombre de 54 años que vive en el lugar tomó su camioneta y comenzó a perseguir a los agresores, que se introdujeron en una gomería ubicada a varias cuadras de allí». Mirá vos: las detonaciones eran balazos, no más.

La frutilla del postre del armado dice: «De acuerdo a los datos que ahora tiene en su poder la fiscal Andrea Gómez, quien investiga el hecho, volvieron a efectuarse detonaciones y uno de los tiros impactó en la espalda de una mujer que se desplazaba en bicicleta. La víctima cayó al suelo y un vecino la trasladó minutos después al Hospital Interzonal General de Agudos (HIGA) por sus propios medios».

Todo bien sazonado para que pase y siga. ¿La fiscal investiga? No jodamos. Los hechos los acomodó la jefatura departamental y todos mirando para otro lado. Hablemos de anomia.