Detrás de este escenario construido casi científicamente, empiezan a advertirse algunas grietas en el muro. Una que amenaza con ser enorme es la que impulsan desde La Bancaria en la puja por el BAPRO. El origen, claro está, es la modificación del régimen jubilatorio de los bancarios del Provincia, que abrió la caja de Pandora del manejo del dinero público que está enriqueciendo a unos pocos con impudicia manifiesta.
Esto es lo que ya asoma en la superficie, pese a la renuencia de medios que callan y por tanto ocultan a sus lectores hechos gravísimos, como lo son las contrataciones y pagos por montos millonarios a un grupo de beneficiados con fondos que bien debieran tener otro destino a favor de la sociedad. Son quince millones de pesos por año en contratados, sin incluir los beneficios de una pauta concentrada que establece el blindaje mediático del que Vidal goza hoy, como lo gozó Scioli en sus ocho años en la provincia.
Será políticamente incorrecto afirmar, como lo hizo el intendente Arroyo, que no recibe ayuda ni del Gobierno provincial ni del nacional. Pero no es erróneo revelarlo, porque lejos está la ciudad de recibir los fondos que le corresponden. Mar del Plata ha perdido siete puntos de coparticipación en los últimos años, y no hay miras de que dicha suma se recomponga.
Y no es únicamente Mar del Plata. En reunión realizada en San Miguel del Monte hace pocos días, 17 secretarios de Hacienda, cruzando hechos y anécdotas, elaboraron un temario concreto. Porque Vidal no habla con nadie -léase ningún intendente propio o ajeno políticamente-, y en donde hay el mínimo espacio, busca armar figuras propias.
Los recursos provinciales se hacen llegar con justeza extrema. El descubierto al BAPRO lo pagan todos rigurosamente, creando así una transferencia monstruosa de recursos de los municipios a la provincia vía el banco del Estado, en tanto el banco tiene flujo de caja en sus arcas gracias a los fondos municipales sin pagar por ellos; una doble vía inequitativa ya existente, pero exacerbada de modo nunca visto en esta gestión de María Eugenia Vidal.
El mejor ejemplo de que lo que ocurre con la intrusión de Guillermo Montenegro no es exclusivo, lo revela Tandil. Allí, el intendente Mario Lunghi (UCR) goza de un predicamento excepcional. Su imagen positiva supera a la de la propia Vidal, que se muestra con Mauricio D’Alessandro, hoy concejal del PRO, ninguneando al intendente electo por la voluntad popular. En Mar del Plata no se muestra con Arroyo porque mide poco o escasamente, o porqué, nadie sabe a ciencia cierta. En Tandil, porque Lunghi tiene juego propio y se corta solo. Para todo hay una excusa, que en definitiva busca ocultar un modo autoritario de actuar políticamente y de resolver administrativamente.
Nada es eterno. Hasta la sonrisa pintada del payaso puede mutar en mueca cruel en lo que canta un gallo.