Desde que aparecieron las plataformas digitales de servicios de transporte para pasajeros —siendo Uber el ejemplo emblemático de las mismas—, la disputa es feroz en medio de un escenario en el que los sistemas tradicionales no encuentran cómo reconvertirse para poder competir.
Mar del Plata no es ajena a ese escenario. La concejal Angélica González presentó un proyecto que busca crear un «Registro municipal de prestadores de servicio de transporte de pasajeros mediante el uso de plataformas digitales» que, cuando menos, despierta polémica y le ha significado —según denuncia— amenazas verbales y hasta la recepción de cartas en idéntico tono.
La cuestión de estas plataformas digitales es de tal magnitud, que su presencia y referencia abarca un amplio espectro. En la serie del momento, «Anatomía de un escándalo», al abordar un taxi en Londres un personaje —un político en medio de una tormenta mediática—, luego de recibir palabras de apoyo por parte del chofer, también recibe de éste un pedido: que hagan algo con Uber. La frase concreta es: «Señor, ayúdenos, Uber nos está matando».
Todo esto se da en un contexto feroz en cuanto a la economía, con subas en el precio del combustible y problemas a la hora de conseguir repuestos. Fate avisó a sus representantes que no hay cubiertas disponibles para la venta. La ecuación tarifaria que establece el rendimiento por horas trabajadas, es cada vez más compleja. Abrir el espacio para que ingresen las plataformas, sería la ruina para el sector.
Es una cuestión que requiere de resolución política: o se abre el escenario para todos por igual, o el servicio colapsará, sin remedio. El intendente no adopta una decisión clara que traiga tranquilidad a los actores del sistema, y la violencia está ahí, rondando la vida cotidiana.
Las organizaciones de taxistas y los prestadores únicos del sistema piden un 20% de aumento y la implementación de una tarifa nocturna. La respuesta del municipio fue que, antes de implementarlo, van a hacer un estudio de costos. Todo muy lento y nada innovador, al contrario de lo que requiere el momento que estamos viviendo. Llama la atención en este escenario la ausencia de las organizaciones de remiseros, ¿vivirán otra realidad?
Es obvio que la municipalidad ha perdido la autoridad para controlar un servicio público que va por la suya, sin prestar atención a las ordenanzas. El «no» al GPS, es incomprensible. No puede ser por el costo: aunque los servicios se tasan en dólares, se pagan en pesos.
Un tema que los funcionarios agitan constantemente en el off the record es el casi mítico uso de los taxis como servicio de puerta a puerta para la entrega de productos non sanctos, en tanto al ciudadano de a pie sufre la falta de servicio a diario y aún pero en los horarios nocturnos, en los feriados, o en los fines de semana.
Sólo el estado de anomia que transita la sociedad hoy hace posible esta situación que los poderes públicos dilatan sin tomar decisiones concretas que lleven, aunque no todos estén conformes, a darle solución a esta problemática.