Tal como señaló señeramente Mario Roberto Russak, hay un escenario de mediocridad lastimosa en nuestra comunidad. Es trasversal, y parece estar, como la sal y el iodo, en el aire de Mar del Plata.
No es sencillo explicar que se repita una vez más esta cortedad de miras para abordar los desafíos del momento. Lo expuso con claridad en la última sesión del Concejo Deliberante el curul Horacio Taccone, cuando cruzó a su par Marcos Gutiérrez en duros términos. Indicó que éste no respetaba los acuerdos, que no tenía palabra y que querría ver a los marplatenses en la miseria. Hubo otros términos, que son ya ampliamente conocidos, y que no vienen al caso.
No es menos miserable que, al momento de dar cierre a una obra de envergadura como la del Acueducto Oeste, en toda la comunicación no se mencione ni una sola vez al ex presidente de OSSE, Mario Dell’ Olio, o a quien, desde el gobierno nacional y durante los pasados cuatro años, acompañó el impulso para dar realidad a esta espectacular estructura de ingeniera sanitaria, Pablo Bereciartua. Es más: todo el paquete de comunicación buscaba instalar la figura del intendente Montenegro, que nada ha tenido que ver con este logro.
Un texto que me hicieron llegar lo explica perfectamente bien. Formula una pregunta: “¿Abuelo, cómo se pierde la vida?”. La respuesta es genial: “Se pierde de muchas formas, como cuando quieres vivir la vida de otros y no la tuya. Se pierde cuando vivís criticando la vida de otros y no mejorando la tuya. Se pierde cuando te lo pasas lamentado tu suerte por haber fracasado y no buscando soluciones para poder triunfar”. Mediocres, es trasversal.
Sólo un mediocre lastimoso como Marcos Gutiérrez puede estar buscando en todo momento el fracaso, como lo hizo cuando, a horas de asumir Carlos Fernando Arroyo, se presentó en la plaza Rocha y montó la escena de estar preocupado por el pueblo ante el desalojo que proponía la administración, y anunciando que, junto a la concejal Marina Santoro, “habían impedido la primera represión de Arroyo”. Es por eso que los dichos de Taccone adquieren tanta intensidad. No es un momento, es una conducta.
Miserable es el dúo de veraneantes formado por Montenegro y Rabinovich, que destruyeron el superávit operativo que recibieron. Miserable es el secretario de educación Sebastián Puglisi, que destruyó todo lo logrado pagando un alto costo político, y le devolvió al sindicato las prebendas de las que vuelven a gozar ahora los que, diciendo que están por los más desfavorecidos, se sirven de ellos para su propia conveniencia.
Otro conflicto increíble que se da en nuestra ciudad lleva una vez más al término de “mediocres”: el impulsado por el consorcio Diana contra la construcción de un edificio en Güemes y Bolívar, bajo la queja de que el mismo les quita la vista del mar. Por inconcebible que parezca, iniciado en 2005, tiene ahora una nueva vuelta en el expediente por una decisión del juez de primera instancia y presidente de la Asociación de Magistrados local, Simón Isach, quien considera que los decretos impulsados por Daniel Katz y quien era su secretario de obras y socio en el estudio profesional, Jorge Luis González “están en franca violación de las disposiciones contenida en el COT, aunque también en el Código de Preservación Patrimonial”.
Con el edificio construido, y el dúo de arquitectos otra vez en el poder, el interrogante es político, claramente. Apelado el fallo, se verá qué ocurre en la cámara, y cuál es la deriva del expediente. Eso sí sería de decoro. Lo único indecoroso no es chupar teta en público. Lo es también, que el secretario de obras no dé un paso al costado.