Mil denuncias a la semana por robo en el metro de Barcelona

En el ranking de las estaciones que son escenarios de más robos destaca la de Espanya, seguida de Barceloneta y Sants.

A finales de junio se incorporaron al área responsable de la seguridad del transporte público de la conurbación de Barcelona 31 nuevos mossos d’esquadra recién salidos de la escuela de policía. El refuerzo ha permitido a la policía catalana incrementar las patrullas de paisano que a diario patean el suburbano para tratar de ahuyentar o detener in fraganti al largo centenar de ladrones que tienen el metro, los trenes y los autobuses como sus principales escenarios de trabajo.

Piensen por un momento que todo lo que sucede en la superficie tiene su réplica en el suburbano. Para lo bueno y para lo malo. Bajo tierra trabajan carteristas especializados que han perfeccionado una técnica de robo al descuido contra la que combaten a diario policías de uniforme y paisano de la citada área especializada de los Mossos. El número de denuncias varía semanalmente pero la media es de aproximadamente un millar de hechos delictivos cada siete días. Con un ranking en el que aparecen las estaciones de metro más conflictivas y que suele encabezar la de Espanya.

A diferencia de lo que está ocurriendo en la superficie, donde se están disparando los robos con violencia e intimidación, en el metro, el tren y el autobús, el ladrón y la ladrona, porque porcentualmente actúan más mujeres que hombres, son mucho más discretos. Y tiene su lógica. En el suburbano es mucho más difícil escapar de la acción policial si te han descubierto. Y, desde hace un tiempo, los carteristas saben que los Mossos se ayudan de las imágenes de las cámaras de seguridad del metro para controlar en directo todo lo que ocurre en los laberínticos pasillos del gran suburbano barcelonés.

Pero vayamos a las cifras. Hemos escogido al azar la estadística de los siete últimos días de junio. Sólo en el metro se presentaron 637 denuncias, otras 138 fueron de usuarios de Renfe, 28 tuvieron como escenario los Ferrocarrils de la Generalitat, 184 los autobuses, 14 las estaciones de autobús, 8 el tranvía; y esa semana no se presentó ninguna denuncia por delitos ni en el funicular ni en el teleférico, dos transportes públicos contabilizados también en las estadísticas policiales.

Esa semana la estación más conflictiva fue la de Espanya, en la que confluyen las líneas 1 y 3 del metro y la conexión con los Ferrocarriles de la Generalitat. Sus vestíbulos y pasillos fueron escenarios de 53 robos. Le siguió la estación de Barceloneta con 47 denuncias y Sants- Estació con 44.

Un sargento, un cabo y cuatro agentes, entre ellos tres en prácticas recién licenciados, participan en un briefing que se celebra en uno de los despachos de las dependencias policiales de la comisaría de la calle Bolívia, sede del Área de Seguridad del Transporte Metropolitano (Astmet).

Alejandro tiene 27 años y antes de superar las oposiciones para entrar en los mossos trabajó unos meses de maquinista en el metro. Tenía buena nota y opción de pedir destino para las prácticas. Y eligió el Astmet. “Es un área muy especializada, en un escenario muy concreto, los medios de transporte, donde puedes rodar mucho como policía haciendo seguimientos, identificaciones, detenciones in fraganti”, explica.

El grupo se reparte en los distintos convoyes del metro de la línea 1 por binomios que no se pierden ni un momento de vista. No tardan en identificar a un chileno que al verlos trata de hundir literalmente su rostro bajo una gorra.

“Hombre Hugo, hacía días que no te veía. ¿Dónde has estado?”, le pregunta el sargento.

El joven sonríe, mira a una de las policías en prácticas y le pregunta con descaro si es nueva. Como los policías a los carteristas, estos tienen controlados a los policías que trabajan en el suburbano.

–“No llevo nada. Acabo de entrar y no me ha dado tiempo de nada”, dice el joven que entrega su mochila a la agente para que la registre.

Hay diferentes modalidades de robos en el metro, y en los últimos tiempos ha crecido una combinación del robo al descuido con la estafa. Lo relata uno de los responsables del Astmet, el subinspector Carles Vallès. Estos ladrones trabajan en equipo. Eligen a la víctima cuando está comprando con tarjeta de crédito en una de las máquinas expendedoras de billetes del vestíbulo de la estación. El diseño actual de estas máquinas es cómodo para el que compra y especialmente útil y eficaz para el que roba porque permite un amplio ángulo de visión cuando la víctima teclea los cuatro dígitos del PIN de su tarjeta de crédito.

Memorizada la clave se trata de arrebatar la cartera, con la tarjeta con habilidad. “En ocasiones le roban la cartera, sacan la tarjeta, y devuelven la cartera a la víctima para tener un margen de tiempo en vaciarla”, explica Vallés.
Sin perder tiempo, estos ladrones se desplazan principalmente a la estación de Bellvitge y allí empiezan a comprar sin parar tarjetas de transporte que después revenden. El pasado 2 de julio con una tarjeta de crédito de un ciudadano americano compraron 930 euros en tarjetas de transporte. Y el día antes, en esa misma estación, compraron primero 175 tarjetas por un valor de 7.500 euros y otras 57 tarjetas después por un valor de 2.479 euros. Vallès explica que ya están en comunicación con Renfe y Transportes Metropolitanos para que reajusten el uso de los cajeros y no se puedan realizar esas compras de un tirón, porque evidentemente sólo pueden ser tras un robo.

Los policías se mezclan entre los pasajeros. Uno de los agentes más veteranos explica su metodología para identificar carteristas. “En el metro casi todo el mundo va concentrado en sus cosas, caminando con decisión a su próximo destino, mirando casi al vacío. Si descubres a alguien pendiente de lo que hacen los demás, sin prisas, y que no es turista, no te fíes porque esa no es la actitud normal”.

El grupo policial abandona la línea 1. Desde las obras de reforma en el tramo del Besòs hay menos pasajeros y menos actividad delincuencial. Cruzan a la línea 4. En el vestíbulo descubren a dos búlgaras. Saludan casi con familiaridad a  los policías.

Aseguran que no llevan nada y el sargento les advierte que no pueden mentir, que esta vez hay una policía mujer en el grupo y que si hace falta les conducirá a un lugar discreto de la estación para confirmar que no esconden nada debajo de las bragas, escondite predilecto de móviles y carteras.

Mientras la policía cachea a las dos mujeres y su compañero revisa el bolso, una de las mujeres acepta hablar con el diario. Muestra un fajo de multas. “Tengo que robar para pagar las multas y así no entrar en prisión”, explica. Como ella, son muchos los que son detenidos y al tratarse de hurtos, la pena se convalida con una sanción económica. “Te lo ha contado tal cual. Ella y todas las demás en estos momentos roban para pagar las multas que les van imponiendo. Así de absurdo”, resume uno de los policías.

Las medidas de alejamiento de algunas estaciones han tenido su efecto. Pero no el suficiente, porque disuade a unos que tienen la orden de alejamiento y vienen otros, que como algunos mossos, son completamente nuevos.