Así lo indicó la docente de La Plata que fue nominada entre una de las mejores 50 del mundo en el camino al Global Teacher Prize. En la 99.9 contó su historia y el proyecto que desarrolló con los caballos del Hipódromo que está cercano a la escuela.
Las docentes argentinas Gisela Gómez y Ana María Stelman fueron seleccionadas entre los mejores 50 maestros del mundo, como finalistas del Global Teacher Prize, un premio que recibe más de 8.000 postulaciones de 121 países de todo el mundo.
Stelman habló a través de la 99.9 sobre el trabajo que realiza en la Escuela Primaria N°7 del barrio Hipódromo de La Plata y el proceso que tiene por delante para saber si se queda con este premio: “hay una plataforma donde uno se puede nominar cargando los antecedentes como docente. Se presentaron más de 8 mil postulaciones y hay un jurado muy numeroso que va seleccionando. El siguiente paso es seleccionar los 50 que es donde estoy yo. Luego se eligen 10 y de esos uno que es el que gana. Para mí, el premio es éste, estoy muy feliz y agradecida”.
Luego de un año de pandemia y poca presencialidad, la experiencia para los docentes es absolutamente distinta a lo que estaban habituados a pesar de un factor común: las pocas herramientas que hay para trabajar en los sectores carenciados: “el año pasado, con la pandemia, me enfrenté a un desafío más complicado, pero no hice otra cosa más que trabajar como hago siempre con compromiso, dedicación y empatía para comprender a mis estudiantes y ayudarlos a adquirir herramientas para desenvolverse en la vida y ser felices”.
La desigualdad incluso desde el simple hecho de la conexión a internet complicaban el desarrollo del trabajo, aunque Stelman no se amedrentó: “fue bastante complicado, desarrollé material personalizado para ellos que la familia iba a buscar a la escuela. En algunos casos había un teléfono en la familia y me tenía que adaptar a los horarios en los que el teléfono llegaba a casa. A veces no había para hacer videollamada porque no tenían internet y los llamaba por teléfono y les daba clase telefónica. Lo que no perdí fue el contacto con ellos”.
A partir de un programa que desarrolló la propia Ana María, tuvieron la excusa para reencontrarse durante el 2020: “la única escuela que tuvo algún encuentro presencial en 2020 en La Plata fue la nuestra con un proyecto de extensión de la Universidad Nacional de La Plata y la Facultad de Veterinaria que nos recibió en el Hipódromo y nos dio un espacio para estar con ellos y que sientan que la escuela no los estaba olvidando”.
Su llegada a un barrio donde los caballos eran protagonistas de la vida cotidiana de los chicos porque sus propios padres estaban vinculados de alguna forma con la actividad, decidió hacer algo: “al llegar a la escuela en el Barrio Hipódromo y teniendo movimientos de caballos todo el día, por la vereda y por la calle. Armé un proyecto que se llamaba ¿porqué hay tantos caballos en mi barrio?” donde me vinculé con la Facultad, con el Hipódromo y me dio la posibilidad en pandemia de rever ese proyecto para seguir adelante. Trabajamos al aire libre”.
Los chicos les leen cuentos a los animales y a partir de ahí, encontró una forma de vincular a los niños con la alfabetización: “este proyecto tiene intervenciones asistidas con animales. Se está terminando porque no tiene más fondos pero lo lleva un grupo de profesionales comprometidos con la situación. Lo bueno sería ver si se puede dar continuidad”, finalizó a modo de reclamo.