La imagen -siempre la imagen- lo muestra a Gustavo Arnaldo Pulti brindando sonriente junto al titular de la CGT local, Pedro Fernández. En la ocasión, por supuesto, hubo espacio para la perorata; allí Pulti, entre otros decires -nunca un concepto-, verbalizó: “Estas dos ciudades hermosas en General Pueyrredón, que son Mar del Plata y Batán, tienen momentos de un auge esplendoroso por instantes, y por momentos pareciera que nos asomamos a situaciones muy difíciles, a veces con cuestiones de orden social, a veces con conflictos y a veces con la locura irresponsable, como pasó la semana pasada”.
¿Locura irresponsable? Veamos. Lo que ocurrió en Mar del Plata fue la consecuencia del vivir en un frasco de la felicidad permanente pagado con los impuestos y tasas de los vecinos. Un frasco en el cual el sonido del decir, del necesitar y del padecer ciudadano no se escucha.
Una semana antes de los acontecimientos bochornosos -que de casualidad el destino no quiso que fueron trágicos aquí-, el intendente fue advertido por Miguel Calvete, presidente de la cámara de supermercadistas chinos, que Mar del Plata estaba en situación más complicada que incluso algunos distritos históricamente difíciles del Gran Buenos Aires. La cita de riesgo fue verbalizada en la 99.9 y reflejada por mí en esta misma columna el domingo precedente a dicha jornada de locura dañosa y maligna.
El total de detenidos en la provincia de Buenos Aires por los hechos de robo y vandalismo -habitualmente caracterizados como saqueos- fue de ciento sesenta y cuatro; setenta corresponden a Mar del Plata. Todos estos individuos recuperaron su libertad. De los detenidos por el único hecho parcialmente esclarecido, un mismo grupo familiar que desvalijó una despensa a metros de sus hogares, absolutamente todos están en libertad.
La cita de Calvete, su advertencia de que el vandalismo organizado estaba ahí, al acecho, no podía, no debía ser ignorada. Y sin embargo, todos lo hicieron, lo que incluye al fiscal general Fabián Uriel Fernández Garello, quien por ley tiene la responsabilidad de ordenar y dirigir las políticas criminales en el departamento judicial de Gral. Pueyrredón. Según se lee en la página web de la Procuración provincial, “los fiscales generales departamentales organizan el departamento público fiscal en cada uno de los de los departamentos judiciales, coordinando y dirigiendo la labor de sus adjuntos, agentes fiscales y demás agentes judiciales mediante un sistema objetivo y predeterminado”. O sea: un rol que Garello incumple, y que la comunidad debiera preguntarse si no es un claro incumplimiento de los deberes de funcionario público.
La Fiscalía General fue por detrás de acontecimientos que era simple tener por advertidos. No han sido reuniones informativas o de debate del tema lo que ha faltado. A tal punto, que en una gacetilla que data de 2102, ya se podía leer: “El director del Programa de Seguridad Comunitaria, César Ventimiglia, y el titular de la Confederación General del Trabajo (CGT) Mar del Plata, Pedro Fernández, mantuvieron una reunión de trabajo con el fiscal general, Fabián Fernández Garello. En este marco, César Ventimiglia manifestó que “a pedido de la CGT, gestionamos una reunión con el fiscal general. Fue muy enriquecedora, el fiscal escuchó a los trabajadores muy atentamente”. “Nosotros continuamos con nuestro trabajo de coordinar entre los distintos estamentos que tienen que ver con la seguridad, en este caso con el Ministerio Público”, dijo, y agregó que acordaron tener reuniones periódicamente para ir avanzando en diferentes temas.
Reuniones. Palabras. Palabras y más palabras, ninguna acción, ningún plan concreto, ninguna idea anticipatoria que pueda desarmar la tragedia antes de que se produzca. Los mismos actores de siempre, el mismo relato falaz y antidemocrático. Soluciones, salidas, ninguna.