Antón Pirulero

Todo un año penando entre ajustes exigidos por Alemania y rechazo callejero a las imposiciones externas. Con histriónicos lamentables en el poder o con técnicos austeros tratando de lavar la imagen. Finalmente, Italia llegó a las elecciones y, por el resultado, parece que cada cual quiere “atender a su juego”. Malo para Italia. Malo para Europa.

foto pag 11En el medio del colapso de la Unión Europea, y mientras se siguen echando culpas pero no buscando soluciones consensuadas, Italia vivió su tormentoso proceso electoral en el que se enfrentaron impiadosamente la centro izquierda dubitativa con la derecha decadente, con técnicos abúlicos y un petardista profesional. Ya desde el vamos, entre la presión del afuera (Alemania) y la pobreza del adentro, el pronóstico era reservado.

Los “profesionales”

Pier Luigi Bersani Bersani destacaba por su carácter pacífico y alejado de los excesos de la era Berlusconi. Antiguo ministro de Industria (1996-1999), ex comunista y católico practicante -menudo salto- el secretario general del Partido Democrático respaldaba los planes de Bruselas, por lo que su victoria impondría cierta estabilidad a corto plazo; a pesar del reciente escándalo con el banco más antiguo del mundo, la Banca Monte dei Paschi de Siena, en el que se ha visto vinculado su partido.

Sin embargo, su talante reposado juega en contra para marcarle el rumbo a formaciones más izquierdistas de la coalición, como Izquierda Ecología Libertad (SEL) de Nichi Vendola, antítesis del conservadurismo: homosexual declarado, un socio como mínimo “extraño” para un neo-católico confeso. El punto es que Nichi arrastra votos de la Apulia y esto es una muestra más del caleidoscopio. Con su profesión sexual, asociado a un católico, profundamente reformista, viene de una zona con la mentalidad más anticuada y conservadora del país. Lo llamativo es que ganó. Que alguien lo explique.


“Decir que un diputado condenado por la Justicia no puede estar en el Parlamento, no es ser antisistema”

Beppe Grillo

Donde las contradicciones de la política italiana se apreciaron con mayor claridad fue en la figura de Silvio Berlusconi que, lejos de ser el cadáver político, sorprendió con una performance notable que volvió a poner en el centro de la escena al Cavaliere. Un dato: las encuentras demostraron que ganó cerca de cinco puntos desde el momento que el Milan derrotó a Barcelona en la Copa Europea… Como criterio para elegir candidato, diría que insuficiente. Pero como dijo Roberto Formigoni, gobernador de Lombardía y militante del Pueblo de la Libertad, de Berlusconi: “la realidad es que ahora nadie puede decir que representa a la mayoría del país. Pero una cosa es cierta además: no hubo un triunfo arrasador de la izquierda, como algunos vaticinaban, ni hubo una caída estrepitosa del centroderecha como algunos arriesgaban”.

Mario Monti aparecía tercero en las encuestas. Pero lo suyo fue la inversa de Berlusconi: salió cuarto, lejos; reflejo de la asignación de responsabilidades (injusta) que la sociedad le tiró sobre las espaldas por las políticas de ajuste ortodoxo. Monti apenas estaba administrando la transición y su política era “llegar” sin que Italia se transformara en el incendio griego. Su propuesta no estaba cerca de Bersani. Sin embargo, le cree más que al milanés, o por lo menos lo intuye más prolijo. El problema es que Vendola (el comunista) le provoca urticaria y por eso no sabe a quién apoyar con sus ahora escasos legisladores de la “Opción Cívica”.

El salto a la pileta

No me pregunte si tiene agua. Lo cierto es que al mejor estilo del “que se vayan todos” mezclado con el picante humor político que alguna vez disfrutamos con Tato (Bores), el que hizo una elección impresionante fue Beppe Grillo, superando largamente a Monti y quedando muy cerca de Berlusconi. El humorista fue la tercera opción más valorada, como representante de los movimientos anti-sistema y antieuropeos que ha prometido obstaculizar cualquier intento de asociación a favor de las medidas de ajuste.

Europa Press ya lo anunciaba un par de días antes: “el cómico y líder del Movimiento Cinco Estrellas ha declarado su intención de obstaculizar hasta tal punto el programa de reformas, que no participará en el sistema de alianzas y forzará unas nuevas elecciones si tiene la oportunidad”.

Cinco Estrellas es un fenómeno particular: ni realmente de izquierda ni realmente de derecha, populista y ciudadano, con matices nacionalistas, articulado y construido en torno de la idea de “red”, el método-estrella de la política del siglo XXI. Está contra las elites y del euro, pero no acepta que se lo declare izquierdista. Al denunciar la corrupción y los abusos del sistema político nacional, Cinco Estrellas atrajo a electores jóvenes y no tanto, a cierta gente de izquierda y de derecha, a los descreídos del sistema y hartos de “los profesionales”. Para esta gente, cambiar a Italia sólo puede lograrse limpiando su casta política.

Con un blog, Twitter y sin jamás haber pisado un canal de televisión en un país donde los políticos dejan la vida por pasar ante las cámaras, Beppe Grillo conquistó a las masas. Cuando un periodista le preguntó si era “un antisistema”, respondió al toque: “¿a usted le parece que es ‘antisistema’ decir que los diputados condenados por la Justicia no tienen derecho a estar dentro del Parlamento? Para nosotros no es ‘antisistema’; al contrario, sería lo más lógico”. Innegable; poco usual pero innegable.

Ya con lo que se vive como un triunfo espectacular en las manos, dijo a los cuatro vientos: “demostramos que para poner un pie en las instituciones no necesitamos la plata pública. Demostramos que los ciudadanos podemos tomar nuestro país”. Y algo que no olvidó de aclarar para, de paso, mandarle un mensaje a sus oponentes: por ley, a su partido le corresponden 100 millones de Euros considerando la cantidad de votos obtenidos; pero los rechazó.

Así es como Italia ingresó al club de países europeos cuyas sociedades, agotadas y furiosas, terminan tirándose a la pileta y votando opciones “extrañas”. En Grecia, el año pasado se vivió la misma situación con la izquierda radical de Alexis Tsipras, hoy segunda fuerza política. Al poco tiempo en Francia, Hollande derrotaba a Sarkozy; pero su rival más temido fue Jean Luc Melenchon del Frente de Izquierda, un “borrado” en las encuestas hasta pocas semanas antes.

¿Ora che facciamo?

El primero, Bersani, no puede ni ver al segundo. El segundo no soporta al tercero, que lo ridiculizó todo un año. El tercero no quiere ni al primero ni al segundo. El cuarto da pena sólo verlo. Italia debe una fortuna, tiene una desocupación monumental (peor entre la juventud), la relación PBI/Deuda es  casi exactamente doble de la permitida en los parámetros de la Unión Europea. No quieren a los inmigrantes, pero los necesitan. Los del Norte no se bancan a los del Sur. Y Angela Merckel tiene la morsa alemana bien dispuesta a seguir apretando sin piedad.

Estos muchachos van a tener que sentarse a hablar en serio. Porque si juegan al Antón Pirulero, el país se les incendia. Nada más lejos de lo que deseamos para esa Italia, tan cercana a nuestra historia.