Distintos estudios realizados con varios de los instrumentos de la misión Messenger, revelaron que en el polo norte de Mercurio, existe una gran cantidad de hielo y capa de compuestos orgánicos.
La sonda Messenger, de la NASA, ha mostrado pruebas inequívocas de la existencia de una gran cantidad de hielo en el planeta Mercurio, el planeta más cercano al Sol, donde se registran temperaturas que alcanzan hasta los 450 grados en su ecuador.
Según los estudios, estos bloques están ocultos en el interior de profundos y oscuros cráteres en su polo norte. Este hielo, además, está cubierto de compuestos orgánicos.
Para llegar a estos resultados, se realizaron tres estudios, en el primero de ellos se utilizó el espectrómetro de neutrones de la Messenger, que midió un exceso de hidrógeno en el polo norte del planeta; el segundo se centró en la reflectancia (la capacidad de reflejar luz) de los depósitos polares de Mercurio en una longitud de onda cercana al infrarrojo; y el tercero llevó a cabo el primer modelo detallado de las temperaturas superficiales del planeta, utilizando los datos topográficos que desde hace ya un año está recogiendo la nave.
En el año 1991, el telescopio de Arecibo, en Puerto Rico, detectó unas brillantes manchas de radar en los polos de Mercurio. Esas manchas eran de una región que había sido fotografiada en los años 70, por la sonda Mariner 10. Pero sus datos eran demasiado fragmentarios como para sacar conclusiones sólidas.
La sonda Messenger, sin embargo, pudo demostrar que aquellas manchas brillantes de hace 20 años, coincidían con las zonas de sombra polares, que nunca reciben la luz solar.
Además de la abundante cantidad de hielo, se ha notado un extraño material oscuro que permite que el hielo se mantenga estable. “La concentración de hidrógeno en la capa enterrada es consistente con la existencia de hielo de agua prácticamente puro”, explica David Lawrence, del Laboratorio de Física Aplicada de la Universidad John Hopkinsa.
Por su parte, David Page, dela Universidad de California, comenta que, “Se trata de una mezcla de componentes orgánicos complejos, llegados hasta Mercurio a caballo de numerosos asteroides y depositados allí tras los impactos. Ese material orgánico podría haberse oscurecido como consecuencia de la tremenda cantidad de radiación, procedente del Sol, que inunda toda la superficie del planeta, incluso las zonas más oscuras”.