Los norteamericanos suelen ser muy expresivos con sus Fiestas Navideñas. Compras, luces, buen ánimo, festejos. Pero esta vez terminaron mal. Y no empezaron mucho mejor, con menos compras y bajo perfil. Si algo le pidieron a Papá Noel, fue que no les aumenten los impuestos, no les cancelen el seguro de desempleo y no les anulen Medicare.
El famoso “Abismo Fiscal” o “Precipicio Fiscal” es una definición acuñada por Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal. Se le ocurrió un día en que tuvo que ir a explicarle al Congreso cuál era la realidad financiera del país, portador de un déficit de arrastre tan superlativo que requeriría mayor endeudamiento… Pero ya no tienen margen para eso. ¿Por qué? Sencillamente porque en los EEUU es el Congreso quien fija el monto máximo de crédito, y ya superaron el límite en junio del 2011. Por eso, luego de frenéticas negociaciones, se aprobó un incremento excepcional para llegar hasta las elecciones sin caer en default.
Los republicanos, convencidos de que podían ganar la elección presidencial (sin tener en cuenta el contrapeso del increíble discurso ultraconservador), decidieron hacerle la vida miserable a un Barack Obama que tampoco hizo gran cosa por sí mismo a lo largo de su primer mandato. Entre el que no sabe y los que no lo dejaron, apenas un tercio de sus promesas de aquellos tiempos de gloria fueron alcanzadas. La oxidada realidad actual haría más difícil aún el acuerdo que, convengamos, hasta el día de la fecha es un parche que permite huir hacia delante. No mucho más adelante, no se ilusione.
Entonces, con el nuevo techo fijado y sin haber podido ajustar ninguna cifra en quince meses, llegamos al inicio del 2013; otra vez en el límite. Y como no hay crédito, entonces no queda otra que “achicar” gastos y aumentar tasas… O caerse hacia el abismo. En esa discusión estaban cuando sonaron las doce. No es la mejor forma de empezar.
Al cierre del año se efectivizaría automáticamente el combo “alza de impuestos + recortes presupuestarios”, coincidiendo con el vencimiento del paquete de exenciones fiscales heredadas de la presidencia de George W. Bush y de un acuerdo alcanzado en 2011 por los legisladores. La clave era acordar un ajuste del déficit por unos 800.000 millones de euros antes del 31de diciembre de 2012. De no lograrlo, entrarían en vigor recortes del gasto por unos 800.000 millones de dólares y subirían los impuestos por 125.000 millones, además de que se produciría la clausura del subsidio por desempleo que rige por 99 semanas en esa condición. Eso es el “Precipicio Fiscal”.
Todos contra todos
“No tenemos nada para votar“, declaró una fuente republicana de la Cámara de Representantes, dando a entender que las propuestas demócratas eran insuficientes.
“Los líderes en el Congreso tienen que estar centrados en los ciudadanos, no en la politiquería“, balbuceaba Obama en un discurso desde la Casa Blanca, mezcla de ruego y asignación de responsabilidades a los legisladores de ambos partidos. Porque ésa es otra cuestión que no puede ni debe soslayarse: ni siquiera todo el espectro demócrata acompaña a su presidente, desencantados con la gestión.
Por un lado, y dándole la razón a Obama, hay 55 republicanos en la Cámara de Representantes que se oponen en redondo a cualquier subida de impuestos y prefieren dejar que el país caiga por el precipicio. De hecho, el número dos de los republicanos en la Cámara de Representantes, Eric Cantor, ha llegado a rechazar la posibilidad de financiar una ayuda extraordinaria de emergencia a zonas devastadas por huracanes y tornados, para no aumentar el gasto público. Un disparate, pero al menos se explica fácil: son republicanos (que, dicho sea de paso, tampoco están muy unidos). El problema es que están “los perros azules”, como llaman a un grupo de congresistas demócratas que por momentos parecen de la oposición y no permiten a su propio partido fijar las pautas. Con ellos negocian los adversarios duros y a ellos les sacan concesiones que ponen histérica a la Casa Blanca; a tal punto, que el propio vicepresidente Joseph Biden bajó a las Cámaras para tratar de poner orden en el “todos contra todos”, algo que su socio mayor no logró.
La propuesta inicial de la Casa Blanca era poner el umbral de ingreso por familia libre de impuestos hasta los 250.000 dólares. Los republicanos no querían que pagaran impuestos quienes recibieran hasta un millón de dólares al año. “Eso no es clase media”, bramaban desde el oficialismo.
Las negociaciones entre Biden y su viejo amigo del Senado, el republicano Mitch McConnell, acercaron las posiciones en las últimas horas. Ambos se conocen desde hace más de dos décadas y ya han forjado compromisos antes, pero cada uno tiene que convencer a los suyos.
Si se aprueba el acuerdo (para cuando usted lea ésta nota, quizás ya se haya firmado), las familias que ingresen 450.000 dólares o los individuos que ganen más de 400.000 dólares tendrán un aumento de algo más de cuatro puntos, hasta el 39,6%, el nivel que tenía en los años ‘90. Para el resto de los contribuyentes, también aumentarán los impuestos sobre dividendos del 10 al 15%. La presión fiscal por herencias subirá cinco puntos, hasta el 40% en lugar de los 20 previstos.
“Ningún acuerdo es mejor que un mal acuerdo. Y éste es un acuerdo muy malo“, dijo el senador (ojo) demócrata por Iowa, Tom Harkin, quien abrió la sesión de Nochevieja del Senado. El Congreso probablemente evitará que el aumento masivo de impuestos se aplique. Pero deja pendientes los problemas de fondo de un país endeudado con un Estado del Bienestar sobrecargado por la jubilación de los babyboomers, los norteamericanos nacidos entre el ‘45 y el ‘55. Téngase en cuenta este dato: el sistema socio-fiscal vigente fue diseñado para cuando el 5% de la población estaba jubilada, pero hoy ya alcanza al 20%, lo que multiplica por cuatro el costo.
De eso no se habla
La gran negociación sobre el gasto está parada. La discusión sobre cuáles son los rubros a achicar es tan áspera como la anterior. Pero por el momento, la prioridad era evitar el salto al vacío. Ahora hay un tema central en las finanzas norteamericanas que va a echar más leña al fuego: el miércoles debieron entrar en vigor los recortes de subvenciones o gastos militares por 110.000 millones de dólares para 2013; pero, en cualquier caso, falta un acuerdo que garantice la reducción del déficit que pretende la Administración Obama a medio plazo. Es el hueso más duro de roer. Los republicanos defienden el Complejo Industrial Militar como si fuera su propia sede partidaria.
Entretanto, la sociedad norteamericana no pudo en estas Navidades tirar la casa por la ventana. Este año, los que todavía conservan la casa, tienen ganas de tirar a un presidente por esa misma ventana.