Las tendencias nacionales e internacionales evidencian un resurgimiento de los juegos de mesa. El incremento de un 20% en su venta se debe a lo atractivo de sus envases y también a que los promueven desde las escuelas. Una buena alternativa para que los padres puedan limitar el uso de la computadora en los chicos.
Parece haber pasado mucho desde el éxito del Simon, creado a partir de la idea de Steven Spielberg de que los extraterrestres como ET y los humanos podían hacer contacto mediante este sencillo mecanismo de combinación y repetición de cuatro sonidos y colores. Desde entonces, hubo un furor que mostró la importancia de los juegos de mesa para la diversión. Tiempo después llegaron los videojuegos, hasta que la Playstation los desbancó y el clásico Simon quedó en el fondo del placard.
Pero hoy, las versiones originales del Simon de 1979 con su packaging intacto se cotizan en Internet a dos mil pesos. Su nueva versión local, Signos 2.0, que tiene colores de led y utiliza pilas chicas, se transformó en uno de los juegos más vendidos.
Con la simpleza de un tablero, un dado y un par de fichas, los juegos de mesa han recuperado un espacio y están de regreso. “Efectivamente, hay un revival de los juegos de mesa”, asegura Marcelo Vilches, de Yetem, empresa creadora del TEG. Sobre la razón para que esto suceda, explicó que “la gente busca juntarse con sus amigos o familia en un espacio mas íntimo donde se divierten, se escuchan, se ven uno frente a otro y se dan un tiempo para estar juntos”.
Las estadísticas lo certifican. Los fabricantes coinciden en que en los últimos dos años las ventas aumentaron entre un 10 y 20 por ciento cada año. En cierta forma, el resurgimiento se debe a sus archienemigos: los juegos electrónicos. Según Darío Mondrik, de Errekaese Top Toys, los padres encontraron en los dados y tableros a sus mejores aliados para que los chicos no estén tanto tiempo delante de la computadora.“En los juegos de mesa uno tiene que resolver situaciones. En los videojuegos o en Internet, uno solamente es un guía”, explica.
En la Ciudad de Buenos Aires, por citar un ejemplo, existen más de 15 bares donde se ofrecen juegos de mesa y el mercado se ha ampliado tanto que aparecieron nuevas marcas. El TEG, por ejemplo, tiene su propia liga, donde los fanáticos pueden organizar torneos. El bar Kronopios en Villa Urquiza ofrece la posibilidad de jugar a los palitos chinos, al Pictionary o el Jenga; también organiza fiestas privadas donde sólo hay juegos de mesa. Su encargado, Ramiro Mink, asegura que en los diez años que lleva el bar hubo “altibajos, pero en los últimos dos explotó. En general, nunca llegan a terminar el juego, pero la gente quiere alejarse de los juegos interactivos y volver a verse la cara mientras está jugando”.
Por su parte, Carlos Ruibal otorgó crédito a las escuelas: “los incorporaron, y esa práctica se empezó a trasladar a las casas y así se va generando un cambio cultural”. Desde Ruibal optaron por no competir con la tecnología y aliarse a ella. Por ello, desarrollaron una versión para tablets del conocido “Carrera de Mente” y, sin quererlo, el juego virtual disparó las ventas del clásico. Dentro de las cuestiones políticas, las restricciones a las importaciones le dieron una mano a esta industria, ya que al no tener la competencia de fichas chinos, los fabricantes locales reinvirtieron en productos de más calidad.
Este nuevo impulso de los juegos de mesa también se extiende a Europa. Allí se imponen los llamados “juegos de segunda generación”, donde no hace falta una gran tolerancia al insomnio sino que, en estas versiones exprés, la partida se liquida en 90 minutos. En Alemania y el Reino Unido, uno de los juegos más populares es “Los Colonos” de Catán Esdevium, empresa que además lo distribuye en Inglaterra. Han pasado de 8 mil copias en 2010 a 18 mil el año pasado y el juego ya es uno de los favoritos de los personajes de la serie “The Big Bang Theory”. En estos nuevos juegos no se utiliza el término “conquista” sino “fundaciones”, y se apunta al razonamiento y no a la memoria. Más allá de las modificaciones, mantienen su esencia: un tablero, un dado y un par de fichas.
En Argentina, luego del dominó del abuelo, seguían el Estanciero y el TEG, un “juego para los grandes” donde cada participante maneja su propio ejército.
Los juegos de mesa están de vuelta. Y con ellos, un mundo distinto para los más chicos también.