Así lo afirmó el gerente general del Invap, Héctor Otheguy, refiriéndose al acuerdo con Brasil. Lo hizo en una entrevista en Página /12.
La empresa estatal Invap firmó la semana pasada un contrato con la compañía Redetec para llevar adelante la ingeniería básica de un Reactor Multipropósito Brasileño de investigación. El proyecto contempla además la construcción de un reactor de similares características en el país. En diálogo con Página/12, el gerente general de Invap, Héctor Otheguy, explica los detalles del proyecto y su aporte a la integración regional.
–Hace treinta años hubiera sido impensable que Argentina y Brasil construyeran un reactor nuclear en conjunto.
–En el pasado tuvimos cierta rivalidad en cuanto al avance en las actividades nucleares, pero ahora estamos inmersos en un camino de cooperación. Lo firmado es un hito de magnitud similar al que se produjo en julio de 1987, cuando el entonces presidente Raúl Alfonsín invitó a José Sarney a visitar Pilcaniyeu, donde Argentina tiene la planta de enriquecimiento de uranio. Después Sarney invitó a Alfonsín a Aramar, donde Brasil tiene su propia planta. Fue la primera muestra en gran escala de la política de integración que estaban definiendo y esto es un impulso más en esa dirección.
–¿El temor en el pasado era que el país vecino utilizara la energía nuclear con fines militares?
–El proyecto argentino de enriquecimiento de uranio siempre tuvo fines pacíficos, pero una vez que uno tiene esa capacidad basta con una decisión política para avanzar hacia una aplicación bélica. En el caso de Brasil, la orientación era más dudosa porque aún hoy parte de su programa nuclear está en manos del Ministerio de Defensa, pero luego los países comenzaron a someterse a las reglas internacionales de control y en 1991 se creó la Agencia Brasileño-Argentina de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares, que es un ejemplo a nivel mundial. Desde entonces, se hacen inspecciones mutuas a las instalaciones de cada país.
–¿Qué uso tendrán los reactores que se van a construir?
–El antecedente de esta decisión es un acuerdo que firmaron Cristina Fernández de Kirchner y Dilma Rousseff el 31 de enero de 2011. En ese momento, se dejó en claro que los dos países necesitábamos reactores para producir radioisótopos de uso médico e industrial, investigación y ensayos de material nuclear. Son reactores multipropósito de 30 megavatios cada uno. Se toma como referencia el reactor que hizo Invap para Australia.
–¿Qué va a aportar cada país?
–Cada país paga y construye su reactor. Lo que firmó Invap es un contrato para hacer la ingeniería básica del reactor brasileño. Lo van a construir empresas de energía brasileña en base a la ingeniería que les aportamos nosotros. No es como el reactor que le vendimos a Australia llave en mano. En ese caso, hacíamos todo. Acá sólo la ingeniería básica, pero esa ingeniería es la que define el equipo. El know how de hacer un reactor está en la ingeniería básica. Igual puede que también hagamos una parte de la ingeniería de detalle. En el caso del reactor argentino, en cambio, lo hacemos completo junto a la Comisión Nacional de Energía Atómica.
–¿Y qué le aporta Brasil a la Argentina?
–Todavía no está definido porque en esta área el know how lo aporta Invap a partir de su experiencia internacional. Igual, el contrato se inscribe en la estrategia de cooperación nuclear y seguramente surgirá algún aporte por parte de ellos. No son meros receptores. De hecho, hay una Comisión Binacional de Energía Nuclear, donde las comisiones de energía atómica de Argentina y Brasil se reúnen y van decidiendo proyectos conjuntos.
–¿Pero por qué se anunció la construcción de los dos reactores como parte de la cooperación si el reactor argentino va a ser íntegramente argentino?
–Hay una ventaja adicional para los dos países. Como gran parte de la ingeniería es común a los dos reactores, hay una rebaja en los costos que figura en el acuerdo. Si hiciéramos un reactor solo, tendríamos que cargarle el costo de la ingeniería sólo a ese reactor, pero al hacer dos reactores simultáneamente se les baja el precio al argentino y al brasileño. Ese es el efecto sinérgico que se buscó. En los hechos, el reactor argentino está más avanzado porque la ingeniería básica está casi terminada, pero nos viene bien que así sea porque los trabajadores van pasando del reactor argentino al brasileño.
–¿Qué plazos de construcción se prevén?
–El plazo para completar la ingeniería básica del reactor brasileño es de un año, que empieza a correr a partir de ahora. La del argentino está básicamente terminada. Después vienen dos años de ingeniería de detalle y ahí empezaría la construcción. El ciclo completo para realizar un reactor de este tipo es de seis años.
–¿Cuánto falta para terminar el reactor argentino?
–En menos de cinco debería estar funcionando.
–¿La restricción para el acceso a las divisas puede afectar el proyecto?
–No, porque la mayor parte de la inversión es con materiales nacionales. Por supuesto, la mayoría de los componentes electrónicos son importados, pero frente a la inversión total es una parte mínima.
–¿No han tenido problemas?
–No, tenemos una relación excelente con la Secretaría de Comercio Exterior. Cuando se han necesitado aclaraciones, dejamos en claro que compramos lo mínimo indispensable. Tratamos de maximizar el aporte argentino porque uno de los objetivos que figura en el estatuto de Invap es la creación de fuentes de trabajo genuinas en el país.