La Antártida no es argentina

“El colmo de la estupidez es aprender lo que luego hay que olvidar”

Erasmo de Rotterdam

No es falta de patriotismo ni nada que se le parezca. Pero en estos días, en los que según algunos medios de comunicación se ha celebrado el Día de la Antártida Argentina, no se puede menos que exponer la realidad. Si informamos y educamos en una falacia, la desilusión puede ser enorme.


“Ningún acto o actividad que se lleve a cabo mientras el presente Tratado se halle en vigencia constituirá fundamento para hacer valer una reclamación de soberanía territorial en la Antártida, ni para crear derechos de soberanía en esta región”

(Tratado de 1959)

La Antártida no es argentina, ni de ningún otro país. No existe soberanía sobre ella, tan sólo una reserva de derechos vigente en el Tratado Antártico firmado el 1 de diciembre de 1959. El mismo entró en vigencia en 1961y tiene, en la actualidad, cincuenta países miembro. Las disposiciones principales de este Tratado establecen que el territorio antártico sólo se empleará con fines pacíficos, que continuarán la libertad de investigación científica y la cooperación que tienda a la misma; y que se intercambiarán las observaciones de resultados científicos sobre la Antártida, que estarán disponibles libremente. Asimismo, se establece claramente en el Art. 4 que “ningún acto o actividad que se lleve a cabo mientras el presente Tratado se halle en vigencia constituirá fundamento para hacer valer, apoyar o negar una reclamación de soberanía territorial en la Antártida, ni para crear derechos de soberanía en esta región. No se harán nuevas reclamaciones de soberanía territorial en la Antártida ni se ampliarán las reclamaciones anteriormente hechas valer, mientras el presente tratado se halle en vigencia”. En definitiva, nadie tiene derechos sobre el territorio. Y quienes han hecho reclamos soberanos sobre él, podrán sentarse a debatirlos recién cuando el Tratado no se encuentre en vigencia.

El error que se ha cometido históricamente ha sido pretender que la reserva de derechos efectuada por nuestro país nos brinda soberanía sobre ese territorio. A decir verdad, parte del espacio reclamado por nuestro Estado también ha sido reclamado por países como Chile y Gran Bretaña, de acuerdo a sus proyecciones meridianas. El “triángulo” marcado sobre el continente antártico que observamos en los mapas de nuestro país, sólo constituye una posibilidad, no cierta, de poder obtener derechos sobre él cuando el Tratado deje de existir; momento que aún no se ha determinado, ya que al día de la fecha tiene vigencia indefinida.

En diciembre de 2010, el Senado de la Provincia de Buenos Aires estableció por la Ley N° 14.222 una reforma a la Ley de Educación Provincial mediante la cual se instituyen como objetivos permanentes e irrenunciables de la Provincia de Buenos Aires la difusión en los distintos niveles de enseñanza de los derechos de soberanía sobre el Sector Antártico Argentino. También se establece la obligatoriedad de que los establecimientos educativos cuenten con un mapa de la República Argentina de proyección integral, que refleje plenamente el carácter bi-continental de nuestro país.

Estas leyes no hacen más que acentuar el conocimiento confuso que existe en la población de que cierto territorio es soberano, cuando no lo es. Incluso, debe agregarse al argumento que no sólo ningún Estado posee soberanía sobre el territorio sino que, aun en caso de dirimirse la misma, nuestro país cuenta con algunas desventajas en el territorio que disputa a la vez con Chile y Gran Bretaña.

La principal desventaja está en el momento en que comienza la presencia argentina en el continente antártico. Si bien está estipulado que ha comenzado el 22 de febrero de 1904 (motivo por el cual ese día se celebra el Día Nacional de la Antártida), a decir verdad en esa fecha nuestro país inauguró (bajo mando argentino) la Base Orcadas en la isla Laurie, del grupo de las Islas Orcadas. La primera objeción que puede realizarse a este hito es que la construcción de soberanía, desde el derecho internacional, se elabora a partir de los derechos sobre la tierra, que de allí se extienden hacia el mar (incluyendo las islas). De igual manera, los derechos sobre una isla no son extensivos al continente. En definitiva, no puede contarse el año 1904 como aquél en que nuestro país tuvo presencia en el continente antártico. Este momento recién llegaría entrada la década del ‘50, con el comienzo de las actividades científicas y la instalación del Destacamento Naval Almirante Brown, la primera base continental argentina en la Antártida.

Trabajos de investigación realizados años atrás demuestran que la educación brindada acerca de esta temática siempre fue escasa; y en los pocos casos en los que existió, tendió a efectivizar la creencia en la existencia de los derechos soberanos. Lo mismo sucedía con los medios de comunicación, que cuando hablaban del tema lo hacían en el mismo sentido.

En los últimos años se ha revertido una de las tendencias, que es la falta de información. La puesta en vigencia de las leyes antes mencionadas y el renovado interés de los medios de comunicación, contribuyen enormemente a la visibilización de la temática. Pero la visibilización mal encaminada conduce a mayores confusiones sociales y a una pretensión que, quizás, pueda resultar irrealizable.

El desafío consiste en informar la realidad a la sociedad, sin que por ello se niegue la posibilidad de reclamar el territorio una vez que ello se encuentre en discusión. No venderemos la Patria ni seremos anti argentinos por decir lo que en realidad sucede. Puede que haya costos políticos, pero se debe pensar en el largo plazo; así, los costos de hoy serán muchísimo menores que los de mañana.

Quizás no suceda nada contrario a nuestras pretensiones. Quizás, lo que conocemos como Antártida Argentina, ese trocito de continente debajo de los mapas de nuestro país, finalmente lo sea. Pero puede suceder que no, que los reclamos nos dejen con un territorio menor, con otro o con ninguno.

El alférez de navío José María Sobral expresó el 19 de diciembre de 1903, a su regreso de la Antártida: “se oye decir con frecuencia, ¿qué interés puede tener una expedición polar? ¿Qué beneficio puede reportar a la humanidad? Para unos, una expedición polar puede significar dinero; para otros, solamente adelanto en la ciencia; para el profano en estas cosas, el saber a qué clase de formación pertenecen esas tierras, el conocimiento de su topografía, su fauna y su flora y, en fin, la completa geografía de ellas no significa nada, es solamente una pérdida de tiempo y de vidas y un montón de sacrificios inútiles. Tomemos posesión de esas tierras y dominemos esos mares, hoy inhabitados, pero que están en la misma latitud que otros en el norte, donde florecen ciudades populosas… Pasarán los años, nuevas generaciones nos sucederán en el escenario de la vida. Y cuando la población de mi país se cuente por centenares de millones, aquellos felices argentinos verán flamear su bandera en las poblaciones polares”.

La Antártida es valiosa. Vaya si lo es. Tan valiosa que pelear por ella es imprescindible. Pero esa lucha no se dio, y eso es lo que debemos informar, en esa idea debemos educar. La Antártida no es argentina, pero tampoco de otros Estados; es de la humanidad. Hasta que decidamos como sistema internacional debatir quién tendrá los derechos sobre ese territorio, trabajemos allí, investiguemos, cooperemos pacíficamente con otros países. Hagamos Patria con el crecimiento de la ciencia, no desvirtuando la información.