La Historia mal contada

“Sé que mi intención será siempre un problema para unos, mi conducta, un escándalo para otros, y mis esfuerzos, una prueba de heroísmo en el concepto de algunos. Me importa todo muy poco y no me olvidaré de lo que decía Sócrates: los que sirven a la Patria deben contarse felices si antes de elevarles altares no les levantan cadalsos”.

(Bernardo de Monteagudo, “Escritos políticos”).

pag.4 aExisten en nuestra historia personajes que han sido curiosamente endiosados y merecido una calle porteña -Carlos M. de Alvear, Julio A. Roca por caso-, y otros que quedaron tal vez sólo en eso, en un cartel esquinero sin que nadie sepa lo que fue su auténtico esfuerzo por construir el país de los argentinos, como le ocurrió a Bernardo de Monteagudo, figura de auténtico realce pero que suele estar absolutamente ignorado en los planes de estudio y en la memoria colectiva. Quizás sea tiempo de ir reivindicándolos, en momentos en que se hace tan difícil ver surgir personajes comprometidos hasta su propia muerte en la construcción del país. Javier Garín es historiador, miembro del Instituto Belgraniano, y quien nos ofrece un perfil de este tucumano revolucionario.

 

Noticias & Protagonistas: Nos han contado la historia en fragmentos. ¿No es injusto que la figura de Monteagudo esté casi desaparecida?

Javier Garín: Sí, desde luego. Fue una figura ocultada por la historia oficial argentina porque su acción fue continental. Él decía que no era argentino, ni peruano ni chileno ni nada en particular, sino que su patria era América del Sur. Era el momento de independencia del continente y no estaba definido aún cómo sería la historia posterior. No se sabía cómo se iba a organizar. Todos nuestros próceres eran americanistas; Belgrano mismo, de quien la historia que nos cuentan en la escuela dice que creó la bandera nacional, en realidad creó una bandera para América del Sur, no sólo para Argentina.

 

N&P: Él hablaba de los “enemigos exteriores e interiores”… Parece que no se equivocó.

JG: Eso se los dice a los soldados en la orilla del Paraná, y agrega: “América del Sur será el templo de la independencia y la libertad”; no habló de “Argentina” porque no existía como idea de país separado. La historia, lo primero que hace cuando crea mitos nacionales a mitad del siglo XIX, con Mitre, Vicente Fidel López y otros equivalentes en otros países, es construir un relato mitológico donde cada uno de estos países parece que hubiera existido sin lazos, y es todo lo contrario.


“Nadie aceptaría que le debemos el impulso de Mayo a los altoperuanos”.

Javier Garín

N&P: ¿Usted dice que el movimiento de emancipación era continental?

JG: Claro, manejado por el partido secreto de la independencia, la Logia Independentista, con otras varias pero vinculadas. Y las dos ramas principales tenían sede en Buenos Aires: la Lautaro, y en Caracas que era la de Bolívar. Monteagudo, con San Martín fueron discípulos de Miranda, el creador de las logias. Él formo parte de la Lautaro, tenía una visión continental y fue el que más la defendió, tanto que incluso el proyecto le costó la vida, porque Bolívar le pide que lo acompañe a Perú, y sabía, siendo joven aún –con 35 años-, que exponía su vida en Lima, donde tenía enemigos. Se arriesga porque cuando San Martín se retira, Monteagudo cree que Bolívar llevará adelante la unidad continental. Por eso prepara para él un plan de federación de los pueblos de Latinoamérica.

 

N&P: ¿Cómo hacía un tucumano con visión continental, en aquella difícil época, sin rutas ni transportes, para llevar adelante ese inmenso proyecto?

JG: Monteagudo comenzó su carrera revolucionaria con 18 años; se recibió de abogado en Chuquisaca, que era parte del Virreinato del Río de la Plata, hoy territorio de Bolivia. Él preparó un diálogo, un escrito donde ponía frente a frente las almas de Fernando VII y el Inca Atahualpa; allí hay una impugnación de los argumentos de España para la dominación. Circuló en forma manuscrita y anónima, pero luego se supo que fue escrita por él, lo que le dio gran prestigio. Al poco tiempo dirige la insurrección de Chuquisaca, la primera independentista criolla que hubo en América del Sur. La primera también que tuvo una clara intención de impugnar las autoridades virreinales, el 25de mayo de 1809.

 

N&P: ¿Esa insurrección fue reprimida?

JG; Sí, muy duramente, pero fue un antecedente de Mayo de 1810, aunque no la enseñen en la escuela. La historia argentina la presentan como separada del resto… ¿cómo vamos a “deber” el impulso de Mayo a los altoperuanos que hoy serían parte de Bolivia? Lo mantienen escondido. El papel de Monteagudo fue enorme: estuvo preso, le perdonaron la vida, se escapó y luego se encuentra en 1811 con Castelli cuando la Primera Junta envía la expedición al Alto Perú a su mando. Monteagudo será su secretario político; ambos son coautores  de la proclama de emancipación de los aborígenes. Esa proclama fue leída por el propio Monteagudo en las ruinas de Tiwanaku, proclamando la libertad de los indios, su libertad, el fin de la mita y el yanaconazgo, el derecho a elegir sus caciques, ordenaba la creación de escuelas bilingües, y la igualdad en acceso a los cargos. Tardamos 200 años en que un descendiente pudiera llegar a la presidencia de Bolivia. Fueron unos adelantados.

 

N&P: Hay hechos que se niegan o se esconden. Gran parte del ejército de San Martín eran negros libertos, lo mismo que las tropas de Belgrano. Se esconde la parte de africanidad de nuestra población.

JG: Argentina pretende ser una nación blanca, pero el 50% desciende de indígenas y no lo reconocemos. Los descendientes tienen que tener mucha conciencia étnica para reivindicarla. La mayoría ni siquiera lo sabe, ni les interesa, ni quieren que se sepa. En nuestras venas hay sangre africana, aunque haya quedado diluida y los negros hayan muerto masivamente en las guerras. El propio Monteagudo era acusado de ser mulato por su aspecto. Decían que tenía sangre mulata o indígena, para descalificarlo.

 

N&P: El film “Lincoln” trajo el debate político de los Estados Unidos en la guerra civil. Queda claro allí que había una cosmovisión ideológica apoyada por la religión cristiana, donde la negritud era inferior, de lo que se desprende que el pensamiento de estos hombres nuestros era muy adelantado para la época.

JG: Y también su visión geoestratégica. Tras el bicentenario de la Asamblea del año XIII, nadie resaltó que Monteagudo fue uno de los cerebros. Cuando llegan Alvear y San Martín y fundan la Logia en Buenos Aires, es uno de los primeros que se anota; además era presidente de la Sociedad Patriótica, que aglutinaba al morenismo, que eran los partidarios de Castelli, el verdadero jefe de la revolución; pero no lo dicen en la escuela porque era “demasiado jacobino”. Moreno, a la Junta llega por Castelli. Eso no le restaría mérito a ninguno, entonces no entiendo por qué no se cuentan las cosas como fueron, para poder comprender cabalmente nuestro pasado.


“Nos roban por teléfono”

pag.4 bEstamos mal acostumbrados a una historia argentina que sistemática e inexplicablemente se sigue contando mal. Puede aceptarse que al momento de ser escrita era necesario construir un imaginario colectivo con perfil unificado, con idea de “nación” y referentes comunes, impecables todos ellos. En la Junta de Mayo “todos eran amigos”, San Martín fue un héroe “para todos” que cruzó los Andes en “brioso y blanco corcel”, Moreno “se enfermó” y “apagaron su fuego en el mar”; Güemes murió “como un héroe”, Rosas era “un dictador” y Urquiza un “gran entrerriano”; la Guerra del Paraguay una “proeza que no da derechos”, y así sucesivamente.

Levantamos mitos, los bañamos con bronce y los instalamos en las páginas escolares, dibujados por Billiken. Como si contar ciertas verdades hubiera mermado el valor de todos los nombrados; como si cruzar la cordillera en camilla tosiendo como un asmático y tirado por un burro, fuera menos heroico. Como si admitir que Belgrano entró por la ventana en esa Junta de Mayo en la que Castelli odiaba profundamente a Saavedra, le quitara mérito a la gesta. Como si reconocer que la Guerra del Paraguay fue una canallada, fuera inconveniente al pasado impoluto.

Se corre así el riesgo del debate inútil, cuando bien podría ampliarse la comprensión de una sucinta y tergiversada historia escolar. Según Garín, Monteagudo esbozará una Constitución para los Estados Unidos de América del Sur, sin hablar en ningún momento de Argentina, porque el proyecto era continental. “Pero interfirieron las oligarquías locales que querían mantener el poder; como decía San Martín, lo consideraban dominio personal, y porque interfirió Gran Bretaña, que necesitaba un continente fragmentado para dominarlo mejor”, explica el entrevistado. “Es hora de abandonar las tonterías que nos enfrentan, cuando el enemigo son las potencias imperiales –advierte Garín-. Si no nos unimos, nos van a robar por teléfono”.