La nada al poder

Ninguno de los temas que ocupan al gobierno de Cristina Fernández le importa a la gente, y ninguno de los que la sociedad plantea, encuentra respuesta  en la oposición. La nada al poder.

p 6 AEs muy grave lo que por estas horas ocurre en la Argentina; pareciera que inexorablemente la clase política ha perdido el rumbo para enfrascarse en cuestiones tan grandilocuentes como nimias que no representan en lo más mínimo las preocupaciones de los argentinos.

¿Cuánto tiempo llevamos observando sin poder hacer nada al respecto una pelea absurda entre un grupo empresario y el gobierno de la república? ¿Cuántas veces los enemigos de hoy han intentado persuadirnos de lo fundamental de esa batalla, sin haber podido conseguirlo?

¿Cuándo se terminarán de convencer de que a nadie le interesa una cuestión que encierra mil mezquindades y ninguna grandeza? Sin embargo pareciera que ninguna otra cosa acontece en la nación…

Discursos, marchas, diatribas, operaciones y millones de pesos tirados al aire enmarcan este tiempo de obscenas pretensiones y redoblados desvaríos que hace a los protagonistas perder de vista lo que realmente ocurre y que por cierto no es bueno. La inflación golpea seriamente el bolsillo de los ciudadanos, a punto tal que en el último semestre, el poder adquisitivo del salario cayó de tal manera que por primera vez hasta el INDEC se dio cuenta.

La crisis energética llegó para quedarse entre nosotros y nos obliga a asistir a dos fenómenos, a cual más disparatado. Por un lado reaparecen los cortes programados –y los no pensados también-, tal cual ocurriera en la década del 80, cuando “la destrucción del aparato generador por parte de la dictadura” había puesto al país de rodillas. Pues entonces… ¿quién es ahora el culpable?

Pero como si ello fuese poco, la única idea que se le ocurre al Gobierno nacional para poner paños fríos a su desidia, falta de control a las empresas privatizadas e inversión, es importar combustible invirtiendo en ello… ¡el equivalente a dos centrales atómicas por años! Un verdadero dislate, propio de un país de tarados.

La falta de financiamiento externo pretende ser suplantado con fondos de la ANSeS o reservas del BCRA, desencajando una economía de por sí precaria, que va quedándose de a poco sin respuesta ante cualquier crisis propia o importada. Mientras los países de la región, con el liderazgo de Brasil, Perú, Chile y Uruguay, trabajan desde hace dos años en la consolidación de fondos anticíclicos que les sirvan para prevenir cuestiones no deseadas, la Argentina se permite el lujo de trocar reservas líquidas por papeles sin valor, alguno toda vez que representan garantía de una deuda que el Estado tiene consigo mismo. Mismo deudor, mismo acreedor, ¿dónde está el negocio?, ¿y la garantía?

Se nos había informado que la crisis de la deuda había sido superada para siempre. Y no es así; como tantas otras cosas, sólo existía en el terreno de la ensoñación. Debemos más que nunca –aunque ahora la mayoría de esa deuda sea con nosotros mismos- y no solamente mantenemos abierto el conflicto con algunos acreedores fundamentales, como el Club de París, sino que por inacción y torpeza política hemos caído en manos de fallos que, si no son atacados con más inteligencia que voluntarismo, multiplicarán por 3,5 veces el monto total de la deuda.

De más está decir que mientras tanto seguimos fuera de los mercados, tenemos bienes patrimoniales en riesgo de embargo (y algunos embargados) y pagamos tasas de hasta el 19% en un mundo que ofrece a quien quiera tomarlo dinero a poco  más del 2%. La “independencia económica” y el “modelo” son así muy caros.

Sin extendernos demasiado, podemos sin embargo recordar que estas y otras cuestiones se enmarcan en una realidad política conflictiva, absurdamente crispada, en la que el ideologismo ocupa torpemente el lugar de las ideas, y el grito amenazante o el mohín trágico se levantan por sobre la sobria serenidad de los gobernantes. Serenidad que en todo caso deviene del firme sostén que las leyes y las instituciones, demolidas en nuestra república, suelen darle al gobernante de sociedades democráticamente organizadas.

Todo indica que la Presidenta ha perdido peligrosamente el contacto con la realidad. Se la ve histérica, caprichosa y sobreactuada. Pero por sobre todas las cosas, se la ve sola. O lo que es peor, rodeada de un Gobierno compuesto por figuras grises, genuflexas y desorientadas; un Gobierno incapaz de resolverle el menor de los problemas, y ni qué decir reconvenirla respetuosamente cuando la mandataria, cada vez más asiduamente, desbarranca a un  costado del camino.

Gobernadores e intendentes de rodillas, esperando el favor de una dádiva, dejan la esperanza popular en manos de una oposición que no atina a otra cosa que a llevar adelante inocuas maniobras de tanta grandilocuencia como futilidad.

Pobre país, pobre país; como un náufrago rodeado de tiburones, espera vanamente que alguien llegue a rescatarlo. Y recibe a cambio de su esperanza una cantidad de clichés vacíos que lo convocan a una guerra que ni le importa, ni entiende n i tan siquiera ve con algún grado de claridad.

Y mientras clama por un barco que lo aleje del cardumen, aparece el “salvador”, que le arrima… un tubo de bronceador y una toalla.

En tanto, crece en nosotros la convicción de un tiempo perdido en zonceras que para colmo augura a meses vista el inicio de fragores electorales que representarán otra vez el abandono de responsabilidades esencial en la acción de gobierno. Si es que alguna de esas responsabilidades aún queda en pie…

¿Dónde hay un abogado?

p 6 B¿Quién asesora jurídicamente a Cristina?, ¿quién redacta las leyes en nuestro país?, ¿quién se hace cargo de las estrategias legales del Estado?

La inagotable cantidad de papelones jurídicos llevados adelanto en la cuestión de la Ley de Medios, que le significaron al oficialismo una serie de palizas tribunalicias, no hacen otra cosa que recordarnos las muchas circunstancias similares por las que viene atravesando la Presidenta desde el mismo momento en que accedió al poder.

Aquel día, bueno es recordarlo, firmó dos decretos que le permitían manotear las reservas del BCRA para otros fines que no fueran los específicos y que fueron reputados de inconstitucionales por el tribunal supremo tras la presentación hecha por Martín Redrado.

Pocas semanas después designó a Mercedes Marcó del Pont al frente del banco madre, debiéndola redesignar al corto tiempo por vicios insalvables en el decreto original. Vicios que, además, representaron acciones jurídicas aún hoy abiertas por los actos que la funcionaria llevó a cabo durante el período de su Presidencia “flojita de papeles”. ¿Y la estrategia judicial en los reclamos legales por el canje de deuda?, ¿y las acciones tendientes a evitar el embargo de bienes argentinos?, y tantas otras cosas.

El Estado es ante todo una construcción jurídica que le da forma a la decisión política de los habitantes de una nación. Por tanto, el Estado debe fijarse mucho más en las leyes que en los principios; éstos ya están contenidos en la Constitución.

Cristina parece no saberlo –a pesar de su carácter de “abogada exitosa”-, pero lo que es más grave, nadie a su lado demuestra mayor contacto con la realidad.

 

El corte de la Corte

p 6 CFue sin dudas el tema de la semana. Por primera vez en 30 años la SCJ pareció entender que también es un poder del Estado. ¿Le durará la “rebeldía”?; ¿estaremos frente al nacimiento de una democracia menos presidencialista y más lógica? Parece difícil; Argentina ha sido especialista en  tropezar dos veces con la misma piedra,  y tres, y cuatro y mil. Pero algo es algo, y al menos los ciudadanos sabemos ahora que cuando uno de los tres poderes no quiere, ninguno de los otros puede arrogarse prioridad alguna. Y ello, créame, no es poco.